En este quinto capítulo vamos a estudiar el tiempo de la monarquía en Israel. El capítulo está organizado en cuatro temas: el primer tema trataremos de explicar las causas que llevó a algunas tribus a organizar un sistema de gobierno centralizado. En el contexto de la monarquía, el segundo tema, aborda la vida y el reinado de David; se trata de las conquistas de la expansión del reino, de sus relaciones con las tribus de Israel, de sus debilidades y deslices en relación del proyecto de Dios para el pueblo. En el tercer tema destacaremos el espíritu emprendedor de Salomón, especialmente en la construcción del Templo de Jerusalén, en la expansión del comercio y en la organización del culto a Dios, al igual que su lado flaco: la opresión de pueblo. El cuarto tema presentará el papel de los profetas que buscan alejar al rey y al pueblo de la idolatría y llevarlos a la fidelidad a Dios.
1. CAMBIO DE RÉGIMEN POLÍTICO EN ISRAEL
A simple vista, la monarquía creada por las tribus de Israel es una contradicción. Como ya lo hemos estudiado, ellos habían creado una federación de tribus en oposición a la monarquía de los reinos feudales de los cananeos. La federación de tribus es igualitaria, la monarquía no. ¿Por qué hicieron una monarquía? ¿Por qué tuvieron que cambiar el sistema de gobierno tribual? ¿Por qué ese modelo político? ¿No había otra manera de resolver los problemas internos y externos que las tribus enfrentaban?, eso es lo que trataremos de resolver en este tema.
Del sistema tribual al poder centralizado: recordemos que durante el periodo tribal, era el Juez quien tenía las fuerzas de las tribus para la defensa territorial de la tribu amenazada. Pero no faltaron las dificultades, por ello surgió la necesidad de una organización mayor y más estable, de un gobierno centralizado. La monarquía parecía ser la forma de gobierno más apropiada. Sin embargo, no surgió de repente, fue provocada por algunas causas internas y externas.
De un lado, la explotación de nuevas tierras y el uso de tecnologías agrícolas, aumentó la producción y la formación de un excedente, además de la sustitución de la mano de obra humana. Por otra parte, el buey pasa a ser una nueva rama de la producción.
El vino y el aceite son los principales productos agrícolas excedentes destinados al comercio. Además se tiene leche, el cuero y las crías de ganado bovino. El hecho es que la tecnología del buey resulta rompiendo una cadena igualitaria. La familia no alcanza a consumirlo (como sí consumía la oveja). Entonces la solución es darlo al comercio. El buey es sinónimo de riqueza que solo puede tener unas cuantas familiar. Esa riqueza hay que defenderla y preservarla.
Como es lógico, el aumento de la producción intensifica el comercio en las regiones próximas a Jerusalén que va adquiriendo interés comercial. Entonces se hace necesario proteger las caravanas. Surge, de esta manera, un grupo volcado a la actividad comercial.
La protección y defensa de la economía centrada en el buey lleva a la organización de un aparato guerrero permanente y no solo para los momentos de amenaza, que sea capaz de garantizar la existencia y reproducción de la economía y del grupo social por ella beneficiado.
Lo que constatamos, es que el ideal de una sociedad igualitaria falla, los compromisos adquiridos no se cumplen. La unidad de las tribus se dio muy irregularmente, es decir fue una unidad muy relativa. Se había hecho del compromiso de que cuando un extranjero agrediera a una tribu se unirían en la defensa. El hecho fue que varias tribus fueron agredidas y las otras tribus los dejaron solos. A esta situación hay que sumarle la invasión de Palestina por parte de los filisteos y su intención de acabar con las tribus y su deseo expansionista.
La situación militar de los filisteos era de enorme ventaja frente a los israelitas; tenían ejército regular y sabían de guerra, tenían mejor equipo militar, entre sus armas disponían de carros de guerra, etc. Por lo el contrario, los israelitas tenían disposición de salir a la batalla, pero no tenían un ejército regular, ni disponían de armas ni de caballos de guerra.
Institución de la Monarquía: Veamos ahora las causas más inmediatas recordando que los filisteos son los que dominan el territorio. Del santuario de Silo queda sólo un montón de ruinas; el arca de la alianza yace en casa de un particular, bajo la supervisión de los filisteos. Israel vive en medio de gentes que no conocen a Yahvé y se contamina con sus cultos sensuales. No existe santuario nacional donde pueda congregarse la asamblea de los hijos de Israel. Samuel, que tenía su residencia en Rama, se desplazaba periódicamente y visitaba Galgala, Masfa y Betel para ponerse en contacto con las gentes de las distintas regiones. Pero los años le aconsejaron limitar sus desplazamientos. De ahí que a la falta de un santuario se añadía la anarquía en el orden político y administrativo.
En el interior de los israelitas, urgía cada día más la necesidad de la unión entre las tribus que gozaban de gran autonomía. El medio para aunarlas era la institución de una monarquía. Edom, Moab y Amón habían implantado el régimen monárquico. El rey era un aglutinante en el interior y un caudillo que salía al frente de sus tropas para guerrear contra los pueblos enemigos.
En Israel, desde tiempo, existieron dos corrientes, una a favor y otra en contra de la monarquía (Jue 8:22; 9:1-6; 9:7-20).
En los libros de Samuel se vislumbran claramente estas dos corrientes antagónicas. Algunos textos son favorables a la monarquía: 1 Sam 9:1-10:16; 11:1-11; 15; c.13-14; otros, contrarios: 1 Sam 8:1-22; 10:18-25; c.12 y 15. Según la tradición favorable, la iniciativa de la monarquía parte de Dios, qué escoge a Saúl como libertador de su pueblo (9:16); la tesis de la segunda tradición es que la idea de la monarquía parte del pueblo, que pide un rey para ser igual que las otras naciones (8:5-20). La evolución de la idea monárquica toma incremento con ocasión del peligro filisteo, que exigía una acción común. De esta manera se justifica la corriente favorable a la monarquía. Saúl aparece como un continuador de la obra de los jueces: como ellos, es el salvador designado por Dios (9:16; 10:1), recibe el espíritu de Yahvé (10:6-10; 11:6), libertando, como ellos, a su pueblo (11:1-11; c. 13-14). Pero a esta elección divina corresponde, por primera vez, una aclamación popular después de la victoria sobre los amonitas (11:15). El jefe carismático, el naguid, 9:16; 10:1, se convierte en melek, rey, 11:15 (Les Institutions I 145).
De tribus reinos: monarquía en el antiguo Oriente Medio: ya desde el S. X a.C. algunos reinos, como Egipto, Asiria, Babilonia y Persia, llegaron a transformarse en grandes imperios; ellos, en periodos diferentes, dominaron la región de Canaán. Los reyes de estos extensos imperios dominaban grandes territorios, ayudados por ejércitos permanentes que permitían aumentar el área del imperio. El emperador tenía normalmente como sucesor a un hijo suyo.
Además de los grandes imperios, las tribus eran rodeadas de otros pequeños reinos monárquicos. Las Ciudades-Estados de Canaán eran gobernadas por los “reyes de Canaán”, que dominaban los territorios situados alrededor de la ciudad fortificada. Las relaciones de estos pequeños reinos con las tribus de Israel en general eran hostiles, aunque no representaban una amenaza vital. Además muchos de estos grupos, de vida y estructura tribal, adoptaron la institución de la realeza.
Poco a poco también las tribus de Israel fueron percibiendo que era necesaria una mayor unión, para hacer frente a esos pequeños reinos en casos de amenazas, principalmente de los filisteos y los ammonitas. En el periodo de Samuel, la presión de los filisteos aumentó; algunas tribus más prósperas sintieron la necesidad de tener a “un rey (…) como todas las naciones” (Sam 8, 5).
Los reyes eran representantes de los dioses: algunos poemas descubiertos en las regiones de Sumer de Fenicia, de los hititas y de los egipcios revelaron que el rey era una especie de mediador del orden, la justicia y la sabiduría supremos, establecido, en el mundo por la divinidad. El se hallaba en la cumbre de la comunidad nacional, con la que mantenía una relación única, llegando a afirmar que era “hijo de dios”.
En Israel, por el contrario, había inicialmente una gran resistencia a la monarquía, según le revela los textos de 1Sm 8; 10, 17-24; 12. Algunos textos bíblicos señalan las dificultades en tres diferentes aspectos: teológico, socio-económico y político.
En el aspecto religioso el optar por un rey significaba la sustitución de Dios por un hombre. En 1Sm 10, 17-24; 12 Dios se manifiesta resentido, al recordar todos los beneficios que realizó a favor del pueblo. 1 Sm 10, 19)
En aspecto socio-económico, Samuel presenta los prejuicios que en esta nueva forma de gobierno le traería al pueblo (1Sm 8, 11-18). Nada de esto asustó al pueblo. Fue confirmado el pedido, aunque no hubo unanimidad entre las personas. Poro el grupo más fuerte se impuso y manipuló a los demás.
En el campo político, el pueblo de Israel cayó en la tentación de imitar a los pueblos vecinos al pedir un rey como el que tenían los demás (1Sm 8, 19-22): “Nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates”. Samuel, sintiéndose presionado, consultó al Señor acerca del pedido de los ancianos. Y el Señor le ordenó: “Hazles caso y ponles un rey”. Samuel, bastante contrariado, atendió ese pedido y ungió a Saúl como rey para la defensa del territorio contra la invasión de los Ammonitas (1Sm 12, 12) y de los filisteos (1Sm 9, 16b)
En Israel surge un nuevo proyecto sociopolítico: al final del periodo de los Jueces, ya había nacido la convicción de que era necesario formar un gobierno centralizado, al menos en la región del centro y en el Norte de Israel. Estas tribus admitían un origen común, creían en el mismo Dios y afirmaban el mismo destino. Aun así, no constituían un Estado.
Los jueces eran jefes carismáticos ocasionales, limitados en el espacio y en el tiempo; es decir, ellos actuaban en su tribu y tal vez en más de una (como por ejemplo Samuel, en tiempos de guerra). Las amenazas se volvieron cada vez un peligro crónico tanto de parte de los filisteos, situados en la franja litoral, como de parte de los ammonitas, en la región Este de la Transjordania, y de los amalecitas, en el Sur. La salida para Israel, era encontrar un jefe permanente que pudiese crear condiciones para organizar con mayor vigor el reclutamiento de las tribus. Era necesario un nuevo tipo de jefe: debería ser estable y tener un ejército permanente. Varias tribus, principalmente las prósperas (1Sm 9, 1; 11, 5.7), con excedentes de producción, quería una estructura polaca fija, con una cabeza hegemónica. En este contexto, Saúl fue escogido para ser el primer rey de Israel.
Saúl en busca de seguridad y paz: aproximadamente 1030-1010 A.c. Saúl fue escogido en medio de la expectativa de darse inicio a una forma de gobierno en Israel. No podemos decir que el haya ejercido el poder sobre las tribus de Israel (1 Sam 10, 26 ss.; 11, 12). Algunas de ellas adhirieron y acogieron su liderazgo, y él las congregaba, en defensa propia, en los momentos de amenaza y peligro. Pero el no llego a gobernar a todas las tribus.
A continuación vamos a analizar un poco las tres narraciones diferentes sobre la designación de Saúl como rey.
Saúl es ungido rey secretamente por Samuel. 1 Sam 9, 1-10,8. La primera narración introduce la persona de Saúl mediante un caso bastante curioso: la pérdida de unas asnas de Quis, padre de Saúl. Quis era de la tribu de Benjamin y hombre poderoso (v. 1). Envío al hijo a buscar las asnas que se habían extraviado. Saúl no las encostro y fue aconsejado a que consultara al “hombre de Dios”, Samuel quien recibió la revelación de que debería ungir a Saúl como jefe del pueblo de Israel (v. 16). Así, la narración introduce la idea de que la monarquía es querida por Dios, lo cual determina también quien será el rey. Samuel desempeña el papel de un simple y desconocido “vidente” (1 Sam 9, 6-9) y no de juez (1 Sam 10,1).
En este texto el profeta unge a Saúl en nombre de Dios. Este no significa que todo lo que Saúl haga desde aquel día en adelante tendrá la aprobación de Dios; sino que el texto resalta que la misión que le recibió debe ser conforme al plan de Dios, ejercida según el derecho y la justicia. El redactor bíblico, aquí trata de presentar a la persona del rey Saúl a semejanza de la de Moisés en el éxodo, el mismo que recibe de Dios, “quien escucho el clamor del pueblo” (Ex 18, 13-16,1 Sam 9,17).
Saúl es escogido por sorteo entre las tribus: 1 Sam 10, 9-27. En esta narración, Samuel convocó a todas las tribus de Israel y echó a suerte para saber entre cual de ellas seria escogido el primer rey. La suerte recayó sucesivamente sobre la tribu de Benjamin, sobre el clan de Matri y finalmente sobre Saúl, hijo de Quis. Y Samuel lo presento al pueblo, diciendo: “¿veis al que ha escogido Yahvé? no hay como él en todo el pueblo”. Entonces todos comenzaron a aclamarlo y a gritar:”! Viva el rey!” (1 Sam 10.24).El sorteo era un a forma de interpretar la voluntad de Dios sin la intervención humana. En esta narración, Samuel señala, desde un comienzo, como el pueblo ha rechazado a Dios al querer tener un rey (vv. 17-19). Seguidamente, no obstante esto, acoge la voluntad del pueblo, escoge a su rey y presenta a todos el “fuero real”, es decir, los “derechos del rey”, a semejanza de 1 Sam 8, 1-9.
Saúl es elegido por aclamación del pueblo: 1 Sam 11, 1-5. La tercera narración de la designación de Saúl como rey inicia con la descripción de la amenaza de los ammonitas contra los habitantes de Yabés de Galaad. La noticia llegó hasta Guibeá, la ciudad de Saúl. El pueblo quedó aterrorizado y comenzó a llorar y gritar. Saúl escuchó los gritos y el llorar del pueblo y pregunto que estaba pasando. Le contaron todo, y él, indignado, convocó a “todo Israel” para combatir a los ammonitas, venciéndolos. Entonces, Samuel convocó a todo el pueblo en Guilgal, y allí “Samuel fue proclamado rey delante del Señor”.
El motivo inmediato de su elección fue su calidad de guerrero, pues el obtuvo la victoria sobre los ammonitas, enemigos de Israel. El texto no especifica cuales fueron todas las tribus que lo aclamaron rey. Probablemente no fueron todas, pero con certeza la de Benjamin y tal vez algunas mas (v, 15). A partir de estas, Saúl formó su ejército permanente, escogiendo a Abner como jefe (1 Sam 14, 50). Debería ser un pequeño ejército, con una organización aun muy embrionaria, centralizada en la ciudad de Guibea, de la tribu de Benjamin.
La monarquía alternativa: escogido por Dios y aclamado por el pueblo. Las narraciones relativas a la subida de Saúl al trono- tanto que las revelan una resistencia a él como las que le son favorables evidencian dos puntos esenciales que aseguraron su realeza: Dios escoge a su representante, el rey, por medio del profeta (1 Sam 9, 14-17; 9, 26-10; 1, 10, 17- 21; 11,12-15); y esta designación es confirmada con la aclaración del pueblo (1 Sam 10, 24; 11,15).
Hay autores que señalan los dos elementos como esenciales en la monarquía de Israel. Esto significa que nadie podía llegar a ser rey en Israel por propia iniciativa. Se necesitaba la designación de Dios y la aprobación del pueblo. Se trataba de la monarquía del Señor, sobre una base reconocida y confirmada por la comunidad popular. El rey se hallaba exactamente entre el Señor y el pueblo. Teóricamente era el representante de Dios frente al pueblo y viceversa.
Pero hay un tercer elemento presente en los textos sobre el reinado de Saúl: el rey no podía pretender ser el único representante de señor ni el único intérprete de su voluntad. El debía someterse al control y a la crítica del profeta del Señor. Cuando el rey se negaba a seguir esta voz profética, se alejaba del ideal propuesto por el Señor y con esto era rechazado.
Saúl entre el gobierno tribal y el monárquico: la búsqueda de un nuevo proyecto. Saúl, correspondiendo a los intereses principalmente de las tribus más proféticas, fue designado para realizar la tarea de transición entre la vida tribal y la monarquía.
El cambio no fue hecho de una sola vez, sino poco a poco. No podemos decir que Saúl haya sido rey en el sentido pleno de la palabra. Él fue mucha más un jefe de reclutamiento tribal y un rey militar que mantuvo que mantuvo una tropa ofensiva. De hecho parecía que:
- No creó una organización estatal.
- No construyó propiamente una corte.
- No consideró a Guibeá como ciudad real.
- No construyó un palacio real en Guibeá, en el territorio de Benjamín.
- No tuvo a funcionarios estables que se considerasen autoridad central, responsable durante su jurisdicción.
- No promovió cambio alguno en las instituciones del culto y en la vida religiosa.
La monarquía de Saúl no tenía ninguna estructura burocrática, sino que estaba apoyada tan solo en el consentimiento de algunas tribus, dependiendo totalmente de ellas; aun así, alcanzó bases sólidas para una perfecta defensa de los territorios. Saúl no tenía capacidad para hacer frente al poder de los filisteos y fue víctima de ellos. Tanto para él como para sus seguidores de la región central de Israel la situación estaba perdida. Tal situación es presentada como un preanuncio del espíritu de Samuel, en el texto de la visita de Saúl a un nigromante (1Sm 28, 7-25). El resultado concuerda con el preanuncio de Samuel sobre el fin de Saúl y de su reinado (1Sm 31, 1-13).
Saúl, entre la fidelidad y la debilidad: sufrimiento y dificultades. Saúl enfrentó varios problemas que surgieron de sus limitaciones personales, así como de las personas influyentes y de la situación externa. Probablemente tuvo dificultad en adaptar a la antigua organización tribal las nuevas circunstancias del reino naciente. Fue criticado y luego abandonado por Samuel, quien lo había ungido rey. Ya no podía contar con su promotor y protector, el hombre de su confianza. Generó insatisfacción en el pueblo (1Sm 22,2) y perdió el prestigio dentro de su propia familia y entre sus servidores más cercanos (1Sm 22, 7-8). Perdió el apoyo y la confianza de David que, de guerrero suyo que era, pasó a ser su competidor (1 Sm 18, 5-8.11; 19,10). Manchó de sangre el ya debilitado gobierno, eliminando sistemáticamente los sacerdotes del Señor en el templo de Nob, cuyo jefe había tomado partido a favor de David (1 Sm 22, 6-23). Enfrentaba constantemente amenazas de los pueblos vecinos, sobre todo de los amalecitas y de los filisteos (1 Sm 15, 1-9; 23, 1-13). Saúl encontró dificultades para levantarse con sus propias fuerzas.
Diversos textos revelan las tensiones que agravaron la situación del rey. Algunos hechos incluso merecieron la desaprobación de Samuel. El primero fue el ofrecimiento de un sacrificio a Dios (1 Sm 13, 7-14). Frente al atraso y a la demora de Samuel, Saúl se adelantó ofreciendo un sacrificio de holocausto, porque temía quedar solo y ser abandonado por sus guerreros. Si todos le abandonaban, ¿Qué haría solo? La solución era ofrecer el sacrificio, con la finalidad de asegurar la presencia confiada de los guerreros para seguir con él en la guerra. El gesto fue interpretado como desobediencia y falta de confianza en el Señor.
Saúl es acusado de otras infidelidades, como la de quebrar el voto de ayuno, al comer sus soldados la víctima con sangre (1 Sm 14, 24-34), y la desobediencia al Señor al aprovechar al aprovechar del botín de guerra (1 Sm 15, 10-30). Presenta fuertes problemas psíquicos, como depresión, manía de persecución, etc. (1 Sm 16, 14-23). De allí en adelante Saúl cayó en descrédito, mientras que comenzó a ser resaltado David (1 Sm 18, 6-9)
Consideraciones sobre la monarquía de Saúl. La escritura de los textos bíblicos le hace a la monarquía de Saúl va más allá de su persona. Él fue escogido probablemente a causa de sus campañas militares (1 Sm 11) y fue investido de realeza sobre un territorio restringido, entre las tribus del Norte (1 Sm 10). Sus vínculos con el Sur eran muy escasos. El reinado terminó trágicamente en la batalla de Gelboé. (1 Sm 31, 8-13). Él esperaba conseguir el control de la planicie de Yezreel, una manera de obtener fácil intercambio con las otras tribus y tal vez la unificación territorial y política.
Desde el inicio Saúl enfrentó muchos problemas de orden político externo, con los ammonitas y los filisteos, y de orden interno, con Samuel, así como con el sacerdote de Nob y también con el joven David. No es fácil explicar históricamente las contradicciones existentes en las narraciones acerca del cambio de actitud en la vida de Saúl. Con mucha frecuencia él es visto como un “héroe trágico, malo y repudiado”. Para muchos estudiosos, esta interpretación no tiene fundamento histórico. Se trata de una tragedia literaria. Lo que parece histórico es el hecho que Saúl un comandante afortunado contra los filisteos y los ammonitas y tuvo un final trágico en el monte Gelboé, en su última batalla contra los filisteos (1 Sm 31, 1-13).
Territorio del “reino” de Saúl. El territorio sobre el cual Saúl reinó, al igual que otras naciones, no fue un Estado con fronteras sólidas y una administración independiente. Por el contrario, abarcó un área ocupada por las tribus de la región del Centro y el Norte de Canaán, excluyendo las dos tribus del Sur, Judá y Simeón. Muchos pretenden extender el dominio del reino de Saúl a todas las tribus. (1 Sm 15, 17.26.30). Saúl no reinó sobre las 12 tribus de la extinta confederación de Tribus de Israel. Hay quien duda incluso de que su reinado se extendiese sobre las tribus del Norte. Es cierto que abraca una parte de Galaad. Aun así, la realeza de Saúl tuvo como característica su autoridad militar.
1. CAMBIO DE RÉGIMEN POLÍTICO EN ISRAEL
A simple vista, la monarquía creada por las tribus de Israel es una contradicción. Como ya lo hemos estudiado, ellos habían creado una federación de tribus en oposición a la monarquía de los reinos feudales de los cananeos. La federación de tribus es igualitaria, la monarquía no. ¿Por qué hicieron una monarquía? ¿Por qué tuvieron que cambiar el sistema de gobierno tribual? ¿Por qué ese modelo político? ¿No había otra manera de resolver los problemas internos y externos que las tribus enfrentaban?, eso es lo que trataremos de resolver en este tema.
Del sistema tribual al poder centralizado: recordemos que durante el periodo tribal, era el Juez quien tenía las fuerzas de las tribus para la defensa territorial de la tribu amenazada. Pero no faltaron las dificultades, por ello surgió la necesidad de una organización mayor y más estable, de un gobierno centralizado. La monarquía parecía ser la forma de gobierno más apropiada. Sin embargo, no surgió de repente, fue provocada por algunas causas internas y externas.
De un lado, la explotación de nuevas tierras y el uso de tecnologías agrícolas, aumentó la producción y la formación de un excedente, además de la sustitución de la mano de obra humana. Por otra parte, el buey pasa a ser una nueva rama de la producción.
El vino y el aceite son los principales productos agrícolas excedentes destinados al comercio. Además se tiene leche, el cuero y las crías de ganado bovino. El hecho es que la tecnología del buey resulta rompiendo una cadena igualitaria. La familia no alcanza a consumirlo (como sí consumía la oveja). Entonces la solución es darlo al comercio. El buey es sinónimo de riqueza que solo puede tener unas cuantas familiar. Esa riqueza hay que defenderla y preservarla.
Como es lógico, el aumento de la producción intensifica el comercio en las regiones próximas a Jerusalén que va adquiriendo interés comercial. Entonces se hace necesario proteger las caravanas. Surge, de esta manera, un grupo volcado a la actividad comercial.
La protección y defensa de la economía centrada en el buey lleva a la organización de un aparato guerrero permanente y no solo para los momentos de amenaza, que sea capaz de garantizar la existencia y reproducción de la economía y del grupo social por ella beneficiado.
Lo que constatamos, es que el ideal de una sociedad igualitaria falla, los compromisos adquiridos no se cumplen. La unidad de las tribus se dio muy irregularmente, es decir fue una unidad muy relativa. Se había hecho del compromiso de que cuando un extranjero agrediera a una tribu se unirían en la defensa. El hecho fue que varias tribus fueron agredidas y las otras tribus los dejaron solos. A esta situación hay que sumarle la invasión de Palestina por parte de los filisteos y su intención de acabar con las tribus y su deseo expansionista.
La situación militar de los filisteos era de enorme ventaja frente a los israelitas; tenían ejército regular y sabían de guerra, tenían mejor equipo militar, entre sus armas disponían de carros de guerra, etc. Por lo el contrario, los israelitas tenían disposición de salir a la batalla, pero no tenían un ejército regular, ni disponían de armas ni de caballos de guerra.
Institución de la Monarquía: Veamos ahora las causas más inmediatas recordando que los filisteos son los que dominan el territorio. Del santuario de Silo queda sólo un montón de ruinas; el arca de la alianza yace en casa de un particular, bajo la supervisión de los filisteos. Israel vive en medio de gentes que no conocen a Yahvé y se contamina con sus cultos sensuales. No existe santuario nacional donde pueda congregarse la asamblea de los hijos de Israel. Samuel, que tenía su residencia en Rama, se desplazaba periódicamente y visitaba Galgala, Masfa y Betel para ponerse en contacto con las gentes de las distintas regiones. Pero los años le aconsejaron limitar sus desplazamientos. De ahí que a la falta de un santuario se añadía la anarquía en el orden político y administrativo.
En el interior de los israelitas, urgía cada día más la necesidad de la unión entre las tribus que gozaban de gran autonomía. El medio para aunarlas era la institución de una monarquía. Edom, Moab y Amón habían implantado el régimen monárquico. El rey era un aglutinante en el interior y un caudillo que salía al frente de sus tropas para guerrear contra los pueblos enemigos.
En Israel, desde tiempo, existieron dos corrientes, una a favor y otra en contra de la monarquía (Jue 8:22; 9:1-6; 9:7-20).
En los libros de Samuel se vislumbran claramente estas dos corrientes antagónicas. Algunos textos son favorables a la monarquía: 1 Sam 9:1-10:16; 11:1-11; 15; c.13-14; otros, contrarios: 1 Sam 8:1-22; 10:18-25; c.12 y 15. Según la tradición favorable, la iniciativa de la monarquía parte de Dios, qué escoge a Saúl como libertador de su pueblo (9:16); la tesis de la segunda tradición es que la idea de la monarquía parte del pueblo, que pide un rey para ser igual que las otras naciones (8:5-20). La evolución de la idea monárquica toma incremento con ocasión del peligro filisteo, que exigía una acción común. De esta manera se justifica la corriente favorable a la monarquía. Saúl aparece como un continuador de la obra de los jueces: como ellos, es el salvador designado por Dios (9:16; 10:1), recibe el espíritu de Yahvé (10:6-10; 11:6), libertando, como ellos, a su pueblo (11:1-11; c. 13-14). Pero a esta elección divina corresponde, por primera vez, una aclamación popular después de la victoria sobre los amonitas (11:15). El jefe carismático, el naguid, 9:16; 10:1, se convierte en melek, rey, 11:15 (Les Institutions I 145).
De tribus reinos: monarquía en el antiguo Oriente Medio: ya desde el S. X a.C. algunos reinos, como Egipto, Asiria, Babilonia y Persia, llegaron a transformarse en grandes imperios; ellos, en periodos diferentes, dominaron la región de Canaán. Los reyes de estos extensos imperios dominaban grandes territorios, ayudados por ejércitos permanentes que permitían aumentar el área del imperio. El emperador tenía normalmente como sucesor a un hijo suyo.
Además de los grandes imperios, las tribus eran rodeadas de otros pequeños reinos monárquicos. Las Ciudades-Estados de Canaán eran gobernadas por los “reyes de Canaán”, que dominaban los territorios situados alrededor de la ciudad fortificada. Las relaciones de estos pequeños reinos con las tribus de Israel en general eran hostiles, aunque no representaban una amenaza vital. Además muchos de estos grupos, de vida y estructura tribal, adoptaron la institución de la realeza.
Poco a poco también las tribus de Israel fueron percibiendo que era necesaria una mayor unión, para hacer frente a esos pequeños reinos en casos de amenazas, principalmente de los filisteos y los ammonitas. En el periodo de Samuel, la presión de los filisteos aumentó; algunas tribus más prósperas sintieron la necesidad de tener a “un rey (…) como todas las naciones” (Sam 8, 5).
Los reyes eran representantes de los dioses: algunos poemas descubiertos en las regiones de Sumer de Fenicia, de los hititas y de los egipcios revelaron que el rey era una especie de mediador del orden, la justicia y la sabiduría supremos, establecido, en el mundo por la divinidad. El se hallaba en la cumbre de la comunidad nacional, con la que mantenía una relación única, llegando a afirmar que era “hijo de dios”.
En Israel, por el contrario, había inicialmente una gran resistencia a la monarquía, según le revela los textos de 1Sm 8; 10, 17-24; 12. Algunos textos bíblicos señalan las dificultades en tres diferentes aspectos: teológico, socio-económico y político.
En el aspecto religioso el optar por un rey significaba la sustitución de Dios por un hombre. En 1Sm 10, 17-24; 12 Dios se manifiesta resentido, al recordar todos los beneficios que realizó a favor del pueblo. 1 Sm 10, 19)
En aspecto socio-económico, Samuel presenta los prejuicios que en esta nueva forma de gobierno le traería al pueblo (1Sm 8, 11-18). Nada de esto asustó al pueblo. Fue confirmado el pedido, aunque no hubo unanimidad entre las personas. Poro el grupo más fuerte se impuso y manipuló a los demás.
En el campo político, el pueblo de Israel cayó en la tentación de imitar a los pueblos vecinos al pedir un rey como el que tenían los demás (1Sm 8, 19-22): “Nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates”. Samuel, sintiéndose presionado, consultó al Señor acerca del pedido de los ancianos. Y el Señor le ordenó: “Hazles caso y ponles un rey”. Samuel, bastante contrariado, atendió ese pedido y ungió a Saúl como rey para la defensa del territorio contra la invasión de los Ammonitas (1Sm 12, 12) y de los filisteos (1Sm 9, 16b)
En Israel surge un nuevo proyecto sociopolítico: al final del periodo de los Jueces, ya había nacido la convicción de que era necesario formar un gobierno centralizado, al menos en la región del centro y en el Norte de Israel. Estas tribus admitían un origen común, creían en el mismo Dios y afirmaban el mismo destino. Aun así, no constituían un Estado.
Los jueces eran jefes carismáticos ocasionales, limitados en el espacio y en el tiempo; es decir, ellos actuaban en su tribu y tal vez en más de una (como por ejemplo Samuel, en tiempos de guerra). Las amenazas se volvieron cada vez un peligro crónico tanto de parte de los filisteos, situados en la franja litoral, como de parte de los ammonitas, en la región Este de la Transjordania, y de los amalecitas, en el Sur. La salida para Israel, era encontrar un jefe permanente que pudiese crear condiciones para organizar con mayor vigor el reclutamiento de las tribus. Era necesario un nuevo tipo de jefe: debería ser estable y tener un ejército permanente. Varias tribus, principalmente las prósperas (1Sm 9, 1; 11, 5.7), con excedentes de producción, quería una estructura polaca fija, con una cabeza hegemónica. En este contexto, Saúl fue escogido para ser el primer rey de Israel.
Saúl en busca de seguridad y paz: aproximadamente 1030-1010 A.c. Saúl fue escogido en medio de la expectativa de darse inicio a una forma de gobierno en Israel. No podemos decir que el haya ejercido el poder sobre las tribus de Israel (1 Sam 10, 26 ss.; 11, 12). Algunas de ellas adhirieron y acogieron su liderazgo, y él las congregaba, en defensa propia, en los momentos de amenaza y peligro. Pero el no llego a gobernar a todas las tribus.
A continuación vamos a analizar un poco las tres narraciones diferentes sobre la designación de Saúl como rey.
Saúl es ungido rey secretamente por Samuel. 1 Sam 9, 1-10,8. La primera narración introduce la persona de Saúl mediante un caso bastante curioso: la pérdida de unas asnas de Quis, padre de Saúl. Quis era de la tribu de Benjamin y hombre poderoso (v. 1). Envío al hijo a buscar las asnas que se habían extraviado. Saúl no las encostro y fue aconsejado a que consultara al “hombre de Dios”, Samuel quien recibió la revelación de que debería ungir a Saúl como jefe del pueblo de Israel (v. 16). Así, la narración introduce la idea de que la monarquía es querida por Dios, lo cual determina también quien será el rey. Samuel desempeña el papel de un simple y desconocido “vidente” (1 Sam 9, 6-9) y no de juez (1 Sam 10,1).
En este texto el profeta unge a Saúl en nombre de Dios. Este no significa que todo lo que Saúl haga desde aquel día en adelante tendrá la aprobación de Dios; sino que el texto resalta que la misión que le recibió debe ser conforme al plan de Dios, ejercida según el derecho y la justicia. El redactor bíblico, aquí trata de presentar a la persona del rey Saúl a semejanza de la de Moisés en el éxodo, el mismo que recibe de Dios, “quien escucho el clamor del pueblo” (Ex 18, 13-16,1 Sam 9,17).
Saúl es escogido por sorteo entre las tribus: 1 Sam 10, 9-27. En esta narración, Samuel convocó a todas las tribus de Israel y echó a suerte para saber entre cual de ellas seria escogido el primer rey. La suerte recayó sucesivamente sobre la tribu de Benjamin, sobre el clan de Matri y finalmente sobre Saúl, hijo de Quis. Y Samuel lo presento al pueblo, diciendo: “¿veis al que ha escogido Yahvé? no hay como él en todo el pueblo”. Entonces todos comenzaron a aclamarlo y a gritar:”! Viva el rey!” (1 Sam 10.24).El sorteo era un a forma de interpretar la voluntad de Dios sin la intervención humana. En esta narración, Samuel señala, desde un comienzo, como el pueblo ha rechazado a Dios al querer tener un rey (vv. 17-19). Seguidamente, no obstante esto, acoge la voluntad del pueblo, escoge a su rey y presenta a todos el “fuero real”, es decir, los “derechos del rey”, a semejanza de 1 Sam 8, 1-9.
Saúl es elegido por aclamación del pueblo: 1 Sam 11, 1-5. La tercera narración de la designación de Saúl como rey inicia con la descripción de la amenaza de los ammonitas contra los habitantes de Yabés de Galaad. La noticia llegó hasta Guibeá, la ciudad de Saúl. El pueblo quedó aterrorizado y comenzó a llorar y gritar. Saúl escuchó los gritos y el llorar del pueblo y pregunto que estaba pasando. Le contaron todo, y él, indignado, convocó a “todo Israel” para combatir a los ammonitas, venciéndolos. Entonces, Samuel convocó a todo el pueblo en Guilgal, y allí “Samuel fue proclamado rey delante del Señor”.
El motivo inmediato de su elección fue su calidad de guerrero, pues el obtuvo la victoria sobre los ammonitas, enemigos de Israel. El texto no especifica cuales fueron todas las tribus que lo aclamaron rey. Probablemente no fueron todas, pero con certeza la de Benjamin y tal vez algunas mas (v, 15). A partir de estas, Saúl formó su ejército permanente, escogiendo a Abner como jefe (1 Sam 14, 50). Debería ser un pequeño ejército, con una organización aun muy embrionaria, centralizada en la ciudad de Guibea, de la tribu de Benjamin.
La monarquía alternativa: escogido por Dios y aclamado por el pueblo. Las narraciones relativas a la subida de Saúl al trono- tanto que las revelan una resistencia a él como las que le son favorables evidencian dos puntos esenciales que aseguraron su realeza: Dios escoge a su representante, el rey, por medio del profeta (1 Sam 9, 14-17; 9, 26-10; 1, 10, 17- 21; 11,12-15); y esta designación es confirmada con la aclaración del pueblo (1 Sam 10, 24; 11,15).
Hay autores que señalan los dos elementos como esenciales en la monarquía de Israel. Esto significa que nadie podía llegar a ser rey en Israel por propia iniciativa. Se necesitaba la designación de Dios y la aprobación del pueblo. Se trataba de la monarquía del Señor, sobre una base reconocida y confirmada por la comunidad popular. El rey se hallaba exactamente entre el Señor y el pueblo. Teóricamente era el representante de Dios frente al pueblo y viceversa.
Pero hay un tercer elemento presente en los textos sobre el reinado de Saúl: el rey no podía pretender ser el único representante de señor ni el único intérprete de su voluntad. El debía someterse al control y a la crítica del profeta del Señor. Cuando el rey se negaba a seguir esta voz profética, se alejaba del ideal propuesto por el Señor y con esto era rechazado.
Saúl entre el gobierno tribal y el monárquico: la búsqueda de un nuevo proyecto. Saúl, correspondiendo a los intereses principalmente de las tribus más proféticas, fue designado para realizar la tarea de transición entre la vida tribal y la monarquía.
El cambio no fue hecho de una sola vez, sino poco a poco. No podemos decir que Saúl haya sido rey en el sentido pleno de la palabra. Él fue mucha más un jefe de reclutamiento tribal y un rey militar que mantuvo que mantuvo una tropa ofensiva. De hecho parecía que:
- No creó una organización estatal.
- No construyó propiamente una corte.
- No consideró a Guibeá como ciudad real.
- No construyó un palacio real en Guibeá, en el territorio de Benjamín.
- No tuvo a funcionarios estables que se considerasen autoridad central, responsable durante su jurisdicción.
- No promovió cambio alguno en las instituciones del culto y en la vida religiosa.
La monarquía de Saúl no tenía ninguna estructura burocrática, sino que estaba apoyada tan solo en el consentimiento de algunas tribus, dependiendo totalmente de ellas; aun así, alcanzó bases sólidas para una perfecta defensa de los territorios. Saúl no tenía capacidad para hacer frente al poder de los filisteos y fue víctima de ellos. Tanto para él como para sus seguidores de la región central de Israel la situación estaba perdida. Tal situación es presentada como un preanuncio del espíritu de Samuel, en el texto de la visita de Saúl a un nigromante (1Sm 28, 7-25). El resultado concuerda con el preanuncio de Samuel sobre el fin de Saúl y de su reinado (1Sm 31, 1-13).
Saúl, entre la fidelidad y la debilidad: sufrimiento y dificultades. Saúl enfrentó varios problemas que surgieron de sus limitaciones personales, así como de las personas influyentes y de la situación externa. Probablemente tuvo dificultad en adaptar a la antigua organización tribal las nuevas circunstancias del reino naciente. Fue criticado y luego abandonado por Samuel, quien lo había ungido rey. Ya no podía contar con su promotor y protector, el hombre de su confianza. Generó insatisfacción en el pueblo (1Sm 22,2) y perdió el prestigio dentro de su propia familia y entre sus servidores más cercanos (1Sm 22, 7-8). Perdió el apoyo y la confianza de David que, de guerrero suyo que era, pasó a ser su competidor (1 Sm 18, 5-8.11; 19,10). Manchó de sangre el ya debilitado gobierno, eliminando sistemáticamente los sacerdotes del Señor en el templo de Nob, cuyo jefe había tomado partido a favor de David (1 Sm 22, 6-23). Enfrentaba constantemente amenazas de los pueblos vecinos, sobre todo de los amalecitas y de los filisteos (1 Sm 15, 1-9; 23, 1-13). Saúl encontró dificultades para levantarse con sus propias fuerzas.
Diversos textos revelan las tensiones que agravaron la situación del rey. Algunos hechos incluso merecieron la desaprobación de Samuel. El primero fue el ofrecimiento de un sacrificio a Dios (1 Sm 13, 7-14). Frente al atraso y a la demora de Samuel, Saúl se adelantó ofreciendo un sacrificio de holocausto, porque temía quedar solo y ser abandonado por sus guerreros. Si todos le abandonaban, ¿Qué haría solo? La solución era ofrecer el sacrificio, con la finalidad de asegurar la presencia confiada de los guerreros para seguir con él en la guerra. El gesto fue interpretado como desobediencia y falta de confianza en el Señor.
Saúl es acusado de otras infidelidades, como la de quebrar el voto de ayuno, al comer sus soldados la víctima con sangre (1 Sm 14, 24-34), y la desobediencia al Señor al aprovechar al aprovechar del botín de guerra (1 Sm 15, 10-30). Presenta fuertes problemas psíquicos, como depresión, manía de persecución, etc. (1 Sm 16, 14-23). De allí en adelante Saúl cayó en descrédito, mientras que comenzó a ser resaltado David (1 Sm 18, 6-9)
Consideraciones sobre la monarquía de Saúl. La escritura de los textos bíblicos le hace a la monarquía de Saúl va más allá de su persona. Él fue escogido probablemente a causa de sus campañas militares (1 Sm 11) y fue investido de realeza sobre un territorio restringido, entre las tribus del Norte (1 Sm 10). Sus vínculos con el Sur eran muy escasos. El reinado terminó trágicamente en la batalla de Gelboé. (1 Sm 31, 8-13). Él esperaba conseguir el control de la planicie de Yezreel, una manera de obtener fácil intercambio con las otras tribus y tal vez la unificación territorial y política.
Desde el inicio Saúl enfrentó muchos problemas de orden político externo, con los ammonitas y los filisteos, y de orden interno, con Samuel, así como con el sacerdote de Nob y también con el joven David. No es fácil explicar históricamente las contradicciones existentes en las narraciones acerca del cambio de actitud en la vida de Saúl. Con mucha frecuencia él es visto como un “héroe trágico, malo y repudiado”. Para muchos estudiosos, esta interpretación no tiene fundamento histórico. Se trata de una tragedia literaria. Lo que parece histórico es el hecho que Saúl un comandante afortunado contra los filisteos y los ammonitas y tuvo un final trágico en el monte Gelboé, en su última batalla contra los filisteos (1 Sm 31, 1-13).
Territorio del “reino” de Saúl. El territorio sobre el cual Saúl reinó, al igual que otras naciones, no fue un Estado con fronteras sólidas y una administración independiente. Por el contrario, abarcó un área ocupada por las tribus de la región del Centro y el Norte de Canaán, excluyendo las dos tribus del Sur, Judá y Simeón. Muchos pretenden extender el dominio del reino de Saúl a todas las tribus. (1 Sm 15, 17.26.30). Saúl no reinó sobre las 12 tribus de la extinta confederación de Tribus de Israel. Hay quien duda incluso de que su reinado se extendiese sobre las tribus del Norte. Es cierto que abraca una parte de Galaad. Aun así, la realeza de Saúl tuvo como característica su autoridad militar.
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