sábado, 6 de junio de 2009

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA COMUNIDAD JUDÍA


El segundo período persa (445 – 333 a.C.) comprende el tiempo de actuación de Nehemías y Esdras. Su mayor preocupación era la reconstrucción de la comunidad judía. Pero la situación general de las familias y del pueblo era de gran carencia en todos los sentidos. “Hemos tenido que pedir prestamos, hipotecando nuestros campos y viñas para pagar el impuesto al rey. ¿No somos iguales que nuestros compatriotas y nuestros hijos no son como los suyos? Sin embargo, nos vemos obligados a dar esclavos a nuestros hijos. Mas aún, algunas de nuestras hijas han sido hechas esclavas y no hemos podido impedirlo, porque nuestros campos y viñas han pasado a poder de otros” (Ne 5,4-5).


La comunidad judía en el segundo periodo persa.


No es fácil esbozar la situación de la segunda época persa, había una comunidad judía en Jerusalén y otra fuera de Jerusalén, en la diáspora. El periodo que va desde Nehemías hasta Alejandro Magno puede considerarse un tiempo de crecimiento para la comunidad judía post-exílica. Este crecimiento estaba ligado a la consolidación, elaboración y fijación definitiva de las tradiciones culturales, religiosas e históricas del pueblo de Israel.


En este tiempo, los cinco primeros libros de la Biblia recibieron forma definitiva. Muchas normas del “código sacerdotal”, las partes mas recientes de estos libros, fueron reconocidas, en la época persa, como derecho vigente. La práctica del culto creció en importancia en este periodo, contribuyendo, de modo especial, a la creación de la comunidad judía incentivada por Nehemías y, más tarde, por Esdras.


Nehemías y la reconstrucción de los muros de la ciudad.


¿Quien es Nehemías?

Nehemías, en hebreo, significa “Dios reconforta”. En la situación en que el pueblo se encontraba el consuelo y el aliento de Dios son certeza de vida. Nehemías era descendiente de una antigua familia de deportados (Ne 2,4), y llegó a ser copero real en la corte de Susa (Ne 2,1-2). En ella, Nehemías recibió un grupo de judíos y, al preguntarles sobre la patria, fue informado de la situación de destrucción en que Jerusalén aún se encontraba (Ne 1,2). Nehemías quedo triste y sorprendido al saber que la ciudad todavía estaba sin muros y sin protección (Ne 2,2). Mientras servia al rey en la mesa, lo puso al tanto de la situación (Ne 2,4-8). Nehemías obtuvo de Artajerjes I (465-424 a.C.) el título de gobernador de Jerusalén. Llegó a la ciudad alrededor del 445 a.C; con documentos que lo autorizaban reconstruir los muros (Ne 2,10-18).


La misión de Nehemías y las dificultades.

Nehemías comenzó los trabajos y encontró resistencias. El libro de Esdras registró la oposición de los samaritanos a la reconstrucción de los muros en los tiempos de Artejerjes. El rey, al recibir cartas de protesta, mandó suspender las obras (Esd 4,7 – 23).


Las dificultades surgían dentro y fuera de la comunidad. Internamente, Nehemías encontró dificultades de orden económico e infidelidad a las tradiciones religiosas. La situación de Judá era muy precaria, pues estaba sumergida en una profunda crisis, dividida entre ricos explotadores y pobres expoliados (Ne 1,1-5; 5,1-5.15). Había un gran sincretismo religioso atribuido al matrimonio con mujeres extranjeras. Las dificultades externas, a su vez, venían sobre todo de los gobernadores de los países vecinos que se oponían a la reconstrucción de Judá:

· Sambalat, gobernador de Samaria (Ne 2,10.19; 33).

· Tobías, gobernador de la provincia de Ammon (Ne 2,19; 3,35).

· Guesen, el árabe (Ne 2,19).


Además de Sambalat, Tobías y Guesen, aparecieron los ammonitas y los asdotitas haciendo oposición a la reconstrucción de los muros. Nehemías sufrió un atentado armado por Tobías (Ne 6,10-14), pero fue descubierto a tiempo. Todas estas posiciones no consiguieron desanimar a Nehemías y al pueblo de Judá. Pero Nehemías se vio obligado a proteger militarmente la obra (Ne 4,10-17), rechazando las acusaciones injustas. Hizo frente, con tenacidad, a todas las amenazas, uniéndose a la población de Jerusalén y de Judá. En 52 días reconstruyo los muros, puso vigilancia en las puertas e hizo que parte de la población campesina ocupara la ciudad entonces desplomada (Ne 7,4-5; 11,1-3). Logro culminar los trabajos, gracias a un rígido esquema de seguridad (Ne 3-4; 6,1-7,3).


Al terminar los muros, Nehemías celebro la dedicación con festejos (Ne 12.27-43) y comenzó a reorganizar la comunidad. Había muchos desordenes sociales, en particular la venta de conciudadanos judíos como esclavos, a causa de deudas contraídas. Sus medidas de reforma fueron bien acogidas por el pueblo (Ne 5,1-13; 7,4-72; 11,1-20). El mismo Nehemías informa que actúo durante 12 años en Jerusalén de manera íntegra y honesta, y volvió a Babilonia (Ne 5,14).


Regreso de Nehemías a Judá: justicia para los pobres

Nehemías volvió para una segunda misión en Jerusalén (Ne 13,6), antes de la muerte de Artejerjes (424 a.C.), y enfrentó diversos problemas relacionados con la organización de la comunidad israelita, como la presencia de extranjeras (Ne 13, 4-31). No tuvo miedo de entrar en conflicto con personas influyentes de Judá (Ne 13,28).

Con base en la ley del Deuteronomio y en el Levítico (Dt 15,1-15 y Lv 25), Nehemías exigió la devolución de todo lo que los pobres perdieron por el abuso en la pignoración y en el cobro de las deudas por parte de los ricos y proclamó el año jubilar (Lv 25, 8ss; Ne 10,31-32). Propuso, además, una reforma interna de cuño social, pidiendo a los ricos que devolvieran las tierras robadas y perdonaran las deudas (Ne 5,6-13). Es probable que haya vuelto por segunda vez a Susa, capital del imperio persa, dejando a Jerusalén con sus murallas reconstruidas y la provincia de Judea creada.


La historia de Nehemías deja entrever cual era la situación de los judíos exiliados. Algunos llegaron a ocupar cargos importantes, favorecidos por los reyes. Al mismo tiempo, muestra también las dificultades internas y externas que los habitantes de Jerusalén enfrentaron en este periodo.


Situación jurídica de Nehemías.

Nehemías unas veces aparece como gobernador de Judá (Ne 5,14) y otras como funcionario persa (Ne 2,1). No se conoce bien su situación jurídica. Lo que podemos deducir por los textos es que su permanencia en Jerusalén y en Judea tuvo un carácter provisional y estuvo bajo las órdenes del rey de Persia.


El periodo de permanencia en Judea durante la primera misión fue, probablemente, entre 445 y 433 (Ne 5,14-15); lo que parece estar confirmado mas adelante (Ne 13,6-7). Todo parece indicar que Nehemías volvió una segunda vez a Jerusalén hacia el 423 a.C; para regular algunos abusos (Ne 13,6-31). Luego, le dejó el camino abierto a Esdras (Ne 8,1.9).


Esdras y la reconstrucción de la comunidad judía.


Esdras es un sacerdote y escriba, sabio interprete de los mandamientos del Señor y de sus leyes referentes a Israel (Esd 7,11). Recibe el título de escriba de la corte del rey de Persia, que era una especie de secretario para los asuntos jurídicos (Esd 7, 11,21). Pero su función como escriba en Jerusalén era leer, traducir y explicar la Ley del pueblo (Ne 8,8) (esta misión continuó para los escribas también en el tiempo de Jesús). Era miembro de la comunidad de los deportados. Llegó a Judá por el año 398 a.C. con la misión de establecer la “Ley de Dios” como ley del Estado (Esd 7,26). Los persas tenían la preocupación de unificar los pueblos del inmenso imperio en torno a sus tradiciones religiosas y culturales, y querían resolver la división que existía entre samaritanos y Judíos.


Misión de Esdras

Esdras recibió la misión del rey de Persia y de sus siete consejeros, para organizar la comunidad de Jerusalén y de Judá sobre la base de la Ley de su Dios (Esd 7, 13-14) y llevar el oro y la plata que el rey y sus consejeros habían ofrecido espontáneamente al Dios de Israel (Esd 7,15) y a su culto. Recibió autorización para exigir a los tesoreros de Transeufratina lo que fuera necesario para realizar esta misión (Esd 7,21) y para nombrar jueces y funcionarios que velaran por el cumplimiento de las leyes de Dios y del Rey (Esd 7,25-26).


La ley ya no es el Deuteronomio, sobre el que Nehemías se inspiró, sino un escrito recogido y compilado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia. La población de Judea fue invitada a una celebración de la ley, leída en público y ratificada por todos (Ne 7,72-8,12). La liturgia se prolongó en la celebración anual de la fiesta de las tiendas (Ne 8,13-18) y fue seguida por una confesión de los pecados (Ne 9,1-3).


La comunidad firmó un pacto de fidelidad al Señor, que abarcaba la observancia de la ley del culto. Por eso, Esdras prohibió el matrimonio con las mujeres extranjeras, incentivo la separación de quien estuviera casado con una de ellas y la expulsión de esta de la comunidad (Esd 9-10). La situación era muy conflictiva y difícil. Los hijos de las mujeres extranjeras ya no eran considerados judíos auténticos porque la pertenencia al pueblo estaba determinada por la madre del niño (Esd 9,1-2; 10,2-10).


El incentivo de la instrucción sobre la ley era llegar a su observancia estricta, considerada como camino de salvación (Ne 8,1-8). Si por un lado Esdras devolvió la identidad al pueblo, por otro lo aisló y segregó de los pueblos vecinos.


Esdras hizo lo que le pidió el rey de Persia: entrego la donación al templo y celebró el sacrificio de los repatriados; se informó sobre la situación del país y sobre los matrimonios mixtos; investigó los casos concretos y autorizo el divorcio. Hubo muchas protestas por parte de los profetas y de los escritos sapienciales frente a las leyes que entraron en vigor en esta época. La misión de Esdras no parece apuntar a una amplia reforma, si no a un esclarecimiento de la situación de Judá.


La ley de Dios igual a la del rey.


En el periodo de Esdras, la ley se convirtió en el centro de la reforma del judaísmo. La época Persa hizo posible la consolidación de la ley y de las convicciones religiosas, a pesar de las tensiones internas en la comunidad judía y de los conflictos en la formación de grupos. Todo esto los preparó para enfrentar las nuevas ideas y costumbres de la época helenista, instaurada por Alejandro Magno. La centralización en la ley no significó la anulación de la fe; antes bien, fue una forma de protegerla de la potencia dominante. La expresión concreta de esta fe era la práctica y la observancia de la ley. Esta fidelidad les dio las condiciones para mantenerse en pie ante las amenazas que surgían por todo lado.


No es casual que el Pentateuco termine de redactarse en la época Persa y se convierte en el documento base del judaísmo y de la identidad de la fe judía. El culto divino de la palabra y la lectura de la Torah encontraron sus formas independientes de la liturgia sacrificial, en la que el centro era el altar de los sacrificios. Ahora el centro pasa a ser el libro en forma de rollo.


La observancia de la ley, del sábado y de la circuncisión se volvió el elemento distintivo y esencial de la vida judía, no solo en Palestina, sino también en la diáspora. Con estas tres instituciones, el judaísmo encontró una vida religiosa independiente del Templo, aunque este continuaba siendo el lugar por excelencia de las peregrinaciones, del culto sacrificial y de las celebraciones festivas de la Pascua.


Muchos estudiosos interpretaron la elaboración y la redacción de las leyes, de las prescripciones para el culto y de la enseñanza de los escribas como reflejo de una comunidad privada de autonomía política, y no tanto como consecuencia de una auténtica devoción. La imponencia política de la pequeña Judá no impidió la ascendente autoridad moral de Jerusalén, del Templo y de sus dirigentes, que se afianzaban en la conciencia de que de Sión realmente habría de salir la Torah (Is 2,3).

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