sábado, 13 de diciembre de 2008

CUARTO DÍA: EL ENCUENTRO DE LOS DOS ANUNCIOS



MOTIVACIÓN


De nuevo estamos reunidos en la presencia de la familia de Nazaret y nuestro corazón se regocija ante la presencia de la Navidad. También hoy queremos ofrecer al Señor el homenaje que sólo Él merece y progresar en la gracia del Adviento que nos quiere preparar de la mejor manera a la celebración de la Navidad y la espera de los “cielos nuevos” de los que habla la Escritura para el final de los tiempos. Escuchemos la Palabra del Evangelio y busquemos en él el sentido de nuestra celebración.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS (Lc 1, 39-45)

PISTAS PARA LA REFLEXIÓN

El punto culminante del texto es, pues, la proclamación de la maternidad de María como Madre del Mesías y como Madre del Señor. La expresión “la Madre del Señor”, en labios de Isabel, es uno de los títulos más profundos dados a María en todo el nuevo testamento.

¿Qué significado tiene el saludo de María a Isabel? El contexto inmediato invita a interpretar el saludo de María a Isabel como una comunicación del misterio que sólo ella conocía. Podríamos afirmar que María lleva a Isabel el mensaje que Gabriel le había traído a ella de parte de Dios: el Mesías se había encarnado en su vientre, comenzado así la era mesiánica.

María comunica a Isabel su misterio. Este misterio hace palpable la presencia del Mesías, desencadenando una serie de acontecimientos que indican la llega del tiempo mesiánico: la criatura con un salto gozoso en el seno de Isabel, proclama a la vez, su condición de precursor y la alegría mesiánica. Isabel llena del Espíritu Santo, reconoce a Jesús como la bendición mesiánica. María está incluida, como primicia, en esta esfera de bendición.

Isabel proclama una de las mayores alabanzas de María: “Madre de mi Señor”. El hecho de que lo haga bajo la acción del Espíritu Santo, indica que sólo bajo su influjo se puede reconocer a Jesús como Señor. La maternidad de María, aparte de la elección gratuita de Dios, tiene como único fundamento su condición de verdadera creyente, que compendia toda su grandeza, y por ellos es proclamada dichosa.

Otro aspecto importante es la actitud de servicio que demuestra María. Su dignidad de madre del Mesías y del Señor no la lleva a una actitud de arrogancia. No llama a Isabel para ser servida. Se apresura, por el contrario, a ir Junto a Isabel para servirla. La misma Isabel se extraña de esa “rara” conducta de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”

El que María fuere a toda prisa a visitar a Isabel, indica la imperiosa necesidad que María siente de comunicar a Isabel su alegría mesiánica, junto con una actitud de servicio. Lo que María recibió por puro favor de Dios, lo pone al servicio de los demás.

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