MOTIVACIÓN
De nuevo estamos reunidos en la presencia de la familia de Nazaret y nuestro corazón se regocija ante la presencia de la Navidad. También hoy queremos ofrecer al Señor el homenaje que sólo Él merece y progresar en la gracia del Adviento que nos quiere preparar de la mejor manera a la celebración de la Navidad y la espera de los “cielos nuevos” de los que habla la Escritura para el final de los tiempos. Escuchemos la Palabra del Evangelio y busquemos en él el sentido de nuestra celebración.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS (Lc 1, 39-45)
PISTAS PARA LA REFLEXIÓN
El punto culminante del texto es, pues, la proclamación de la maternidad de María como Madre del Mesías y como Madre del Señor. La expresión “la Madre del Señor”, en labios de Isabel, es uno de los títulos más profundos dados a María en todo el nuevo testamento.
¿Qué significado tiene el saludo de María a Isabel? El contexto inmediato invita a interpretar el saludo de María a Isabel como una comunicación del misterio que sólo ella conocía. Podríamos afirmar que María lleva a Isabel el mensaje que Gabriel le había traído a ella de parte de Dios: el Mesías se había encarnado en su vientre, comenzado así la era mesiánica.
María comunica a Isabel su misterio. Este misterio hace palpable la presencia del Mesías, desencadenando una serie de acontecimientos que indican la llega del tiempo mesiánico: la criatura con un salto gozoso en el seno de Isabel, proclama a la vez, su condición de precursor y la alegría mesiánica. Isabel llena del Espíritu Santo, reconoce a Jesús como la bendición mesiánica. María está incluida, como primicia, en esta esfera de bendición.
Isabel proclama una de las mayores alabanzas de María: “Madre de mi Señor”. El hecho de que lo haga bajo la acción del Espíritu Santo, indica que sólo bajo su influjo se puede reconocer a Jesús como Señor. La maternidad de María, aparte de la elección gratuita de Dios, tiene como único fundamento su condición de verdadera creyente, que compendia toda su grandeza, y por ellos es proclamada dichosa.
Otro aspecto importante es la actitud de servicio que demuestra María. Su dignidad de madre del Mesías y del Señor no la lleva a una actitud de arrogancia. No llama a Isabel para ser servida. Se apresura, por el contrario, a ir Junto a Isabel para servirla. La misma Isabel se extraña de esa “rara” conducta de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”
El que María fuere a toda prisa a visitar a Isabel, indica la imperiosa necesidad que María siente de comunicar a Isabel su alegría mesiánica, junto con una actitud de servicio. Lo que María recibió por puro favor de Dios, lo pone al servicio de los demás.
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS (Lc 1, 39-45)
PISTAS PARA LA REFLEXIÓN
El punto culminante del texto es, pues, la proclamación de la maternidad de María como Madre del Mesías y como Madre del Señor. La expresión “la Madre del Señor”, en labios de Isabel, es uno de los títulos más profundos dados a María en todo el nuevo testamento.
¿Qué significado tiene el saludo de María a Isabel? El contexto inmediato invita a interpretar el saludo de María a Isabel como una comunicación del misterio que sólo ella conocía. Podríamos afirmar que María lleva a Isabel el mensaje que Gabriel le había traído a ella de parte de Dios: el Mesías se había encarnado en su vientre, comenzado así la era mesiánica.
María comunica a Isabel su misterio. Este misterio hace palpable la presencia del Mesías, desencadenando una serie de acontecimientos que indican la llega del tiempo mesiánico: la criatura con un salto gozoso en el seno de Isabel, proclama a la vez, su condición de precursor y la alegría mesiánica. Isabel llena del Espíritu Santo, reconoce a Jesús como la bendición mesiánica. María está incluida, como primicia, en esta esfera de bendición.
Isabel proclama una de las mayores alabanzas de María: “Madre de mi Señor”. El hecho de que lo haga bajo la acción del Espíritu Santo, indica que sólo bajo su influjo se puede reconocer a Jesús como Señor. La maternidad de María, aparte de la elección gratuita de Dios, tiene como único fundamento su condición de verdadera creyente, que compendia toda su grandeza, y por ellos es proclamada dichosa.
Otro aspecto importante es la actitud de servicio que demuestra María. Su dignidad de madre del Mesías y del Señor no la lleva a una actitud de arrogancia. No llama a Isabel para ser servida. Se apresura, por el contrario, a ir Junto a Isabel para servirla. La misma Isabel se extraña de esa “rara” conducta de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”
El que María fuere a toda prisa a visitar a Isabel, indica la imperiosa necesidad que María siente de comunicar a Isabel su alegría mesiánica, junto con una actitud de servicio. Lo que María recibió por puro favor de Dios, lo pone al servicio de los demás.
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