domingo, 7 de junio de 2020

solemnidad de la trinidad en casa

 JESÚS VINO PARA SALVAR...
TAREA: LEER SAN JUAN 3,16-18...
New York pasará; la Trinidad no pasará.
La Trinidad es lo Único necesario, el Valor Supremo, que fija cada cosa en el lugar que le corresponde dentro del universo. Lo que se pone en juego en toda vida humana es la Trinidad ganada o perdida para siempre.
La historia del mundo es un drama de redención; para unos se acabará todo con la visión de Dios, para otros con una desesperación eterna. De este modo lo ha juzgado San Juan, bajo su verdadera luz, en una reflexión tras tomador a. Cristo murió «no solamente por una nación» sino para «agrupar en la unidad a todos los hijos de Dios dispersos».
Jesús mismo nos dio sobre este punto capital la luz definitiva en su última plegaria: «Padre, que todos los hombres sean consumados, en nosotros, en la unidad.»
¿Por qué esta verdad fundamental no ilumina todos los instantes de nuestra vida? ¡Cómo cambiaría todo si supiésemos comprender que a través de nuestros pasos diarios prosigue la subida de las almas hacia la Inmutable Trinidad! Sería preciso colocar en todas las encrucijadas de
nuestras grandes ciudades un urbano o una flecha indicadora que nos recordara el porqué del mundo y de nuestra vida. Dirección única: la Trinidad. «One way: to the Trinity!»
¿Por qué coincidencia providencial me siento impulsado a lanzar desde Nueva York este mensaje trinitario? Sumergido en este inmenso hormiguero humano, ¿cómo no cruzar con angustia ante todos esos rostros de hombres y de mujeres que corren a sus negocios o a sus diversiones, aplastados bajo los buildings gigantescos y los rascacielos?
No obstante, toda alma humana, a ciertas horas, experimenta esa nostalgia de lo absoluto, esa necesidad de evasión hacia lo eterno y lo divino. ¿Cómo sería posible que nuestra plegaria no se elevara suplicante y fuerte como un clamor redentor en favor de tantos hermanos nuestros
que no poseen la Luz? Quisiéramos hacer oír a todas esas masas humanas la advertencia de Cristo: «El cielo y la tierra pasarán, mis palabras permanecerán eternamente.»
Todas nuestras grandes capitales modernas pasarán.
Nueva York pasará, pero la Trinidad no pasará.
Nueva York, 22 octubre 1956.
Fray M. M. Philipon, OP:
 

miércoles, 3 de junio de 2020