sábado, 20 de septiembre de 2008

LOS DÉBILES Y PEQUEÑOS CONSTRUYERON EL PUEBLO DE DIOS

El tercer tema muestra cómo la fe en un Dios diferente reunió a los primeros grupos que formaron el pueblo y les dio fuerza para buscar una vida mejor, pues pastores marginados y campesinos oprimidos contribuyeron a la formación del pueblo de Israel.

Grupos de los campesinos oprimidos que se revelaron: “hapirus” que soñaban con la liberación y trataban de conquistarla: los “hapirus” son de difícil identificación. A veces aparecen como una banda de hombres y mujeres que venden su libertad, colocándose al servicio de los reyes de las Ciudades-Estados; y, a veces, como bandas armadas y hostiles a los faraones y a los reyes de Canaán. La opinión más aceptada ve en ellos una clase social en medio de diversos pueblos, y no una etnia. Eran campesinos marginados que vivían en las aldeas de las Ciudades-Estados de Canaán y no se sometían al control de los reyes, ni de los faraones egipcios. Eran identificados como bandidos armados que saqueaban los territorios de los reyes, contratados por los reyes para defenderlos de las invasiones.

Los “hapirus” constituían una amenaza a la tranquilidad de los reyes. Ellos estaban en todas la etnias, en las diferentes regiones del Asia Menor, de Canaán, de Egipto y de otros lugares. Se puede decir que el “hapiru” constituía la clase social marginada de sus sociedades.

Las Ciudades-Estados eran fortalezas de poder: estas ciudades eran independientes entre si, pero dependían de Egipto. Eran gobernadas por un rey, con sus ayudantes y el consejo de notables, constituido por los latifundistas y por los grades comerciantes. La ciudad era cercada con una muralla protectora, con una puerta de entrada y salida. Dentro de la ciudad, la parte donde estaba el palacio del rey, su comitiva y el templo era protegida por otra fortificación. En la parte más baja y alrededor de la plaza fuerte del palacio quedaban las casas de los pequeños comerciantes y artesanos. Toda el área era protegida por soldados que dependían del rey. El tamaño era considerablemente pequeño. Alrededor, quedaban las aldeas, pequeños poblados cuyos habitantes se dedicaban al cultivo de la tierra.

En las aldeas alrededor de las Ciudades-Estados vivían los pobres: alrededor de las Ciudades-Estados habían aldeas en las que vivían los campesinos que cultivaban la tierra, los mismos que dependían del rey de la Ciudad-Estado. No estaban protegidos por murallas y fortines. Sufrían la influencia y el dominio de las Ciudades-Estados, pagaban tributos al rey a cambio de una protección militar, y proveían el sustento del rey y a sus funcionarios. Para ellos mismos, muy poco quedaba de sus cosechas. Vivían como esclavos en una situación miserable.

El empobrecimiento crecía en las aldeas, a causa de los saqueos que habitualmente se producían, las invasiones egipcias, los nuevos tributos y organización sistemática de la esclavitud. En poco tiempo la población de las aldeas se volvió muy empobrecida. El rey ejercía también el oficio de sacerdote. El templo donde él desempeñaba sus funciones religiosas era también el lugar donde debía pagarse el tributo. Él hacía lo que quería, y nada podía ser cambiado porque así lo había organizado los dioses a los cuales él servía entre intermediario entre ellos y el pueblo. Convenía mantener ese orden porque favorecía los privilegios del rey y de clase dominante. Aún así, había el grupo de campesinos inconformes con la situación de las aldeas. Esto favoreció el crecimiento de los “hapirus”.

Los “hapirus” y hebreos, los sedientos de liberación: en el Éxodo lo israelitas son llamados también hebreos, descendientes de Héber (Gn 10, 24). Un estudio realizado sobre los “hapirus” y los hebreos reveló semejanzas no sólo en el nombre, sino sobre todo en la condición social. Los “hapirus” siguieron en las planicies de Canaán, entre los campesinos cananeos explotados y marginados. El nombre de “hebreo” aparece en la Biblia para hablar de los israelitas que vivieron una situación de opresión en Egipto (Ex 1, 15-16. 19; 2, 6-7.11.13; 3, 18; 5, 3; 7, 16; 9, 1.13; 10,3) y para hablar de su lucha contra los filisteos (1 Sm 4, 6). Los dos grupos tenían derechos limitados y recursos económicos escasos, y no constituían una etnia.

Lo que distinguía a los hebreos de los “hapirus” era el hecho de que ellos no se volvieron mercenarios ni constituyeron una banda armada, a pesar de las situaciones de opresión en la que vivían. Algunos textos bíblicos significativos comprueban la situación de la esclavitud en la que se formaron algunas tribus, como la de Isacar (Jos 19, 17-23), que ocupó la ciudad de Sunem y fue sometido a esclavitud por la ley de la ciudad de Meguiddo (Gn 30, 18; 49, 14-15). Las tribus de Zabulón, Aser y Dan, según el Génesis y el Deuteronomio, parecen indicar un origen ligado a los trabajadores portuarios y remadores de navíos cananeos (Gn 49, 13; Dt 33, 18-19; Jue 5, 17). Estos hebreos-hapirus constituyen la base para una nueva sociedad. Junto con otros grupos, formaron las tribus de Israel, que vamos a ver en el próximo estudio. Ellos crearon una nueva organización, diferente del imperio Egipcio y de las Ciudades-Estados.

Grupos de pastores o descendientes de los patriarcas: entre los patriarcas más importantes en las narraciones bíblicas, encontramos a Noé, Abraham, Isaac y Jacob.

La historia de Abraham en la visión del Gn 11, 26 – 12, 17: leer el texto y responder:
- Identificar la familia de Abraham.
- Trazar el recorrido de Abraham.
- ¿Qué hizo Abraham para sobrevivir en Egipto?
- ¿Qué problemas tuvo Abraham con Lot y que hicieron para solucionarlos?
- ¿De quién tuvo hijos Abraham?

Finalidad de las narraciones patriarcales: la fe es una herencia preciosa. La visión que la Biblia presenta es la reconstrucción de la historia del pueblo, como vemos es linear. Comienza con Abraham, padre de Isaac, abuelo de Jacob y bisabuelo de las 12 tribus de Israel. Sin embargo, nada prueba que esta genealogía ofrezca ka verdad de los hechos. La finalidad de las narraciones era mostrar la unidad de los antepasados desde el inicio. Todo indica que los hechos fueron simplificados. Por eso, se vuelve difícil establecer una fecha exacta para la entrada de los antepasados de Israel en Canaán.

Es posible que hayan existido otros grupos que pertenecían al mismo medio étnico y social de los patriarcas, y es posible que no haya llegado de la misma manera y al mismo tiempo a aquella tierra. El ciclo de Jacob, por ejemplo, era independiente del ciclo de Abraham. Las relaciones conflictivas entre Jacob y Labán, el arameo, narradas en Gn 30-32, parecen indicar un periodo posterior: el siglo XIV a.C., época en la que aparecen los arameos. Es significativo el hecho de que ninguna tribu de Israel haya llevado el nombre de los tres patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. De allí surge la pregunta: ¿cuál es la tribu de Israel que entonces habría conservado para los demás estas tradiciones patriarcales? Es muy posible que estas hayan sido proyectadas sobre grupos incluso muy anteriores a la formación de las 12 tribus de Israel.

La fe de los antepasados da fuerza a la lucha de los descendientes: los descendientes de los patriarcas integraron, posteriormente, el grupo de los que opusieron resistencia al feudalismo cananeo de finales del segundo milenio a.C. Vivían en las estepas, fueron el dominio de las ciudades, y llevaban una vida de seminómadas. Los descendientes de Jacob vivían en la región central, y los de Abraham e Isaac en la región sur. Los nombres de los patriarcas eran muy conocidos en ese tiempo. Tenían significados propios en los documentos extrabíblicos. Esto puede dar una cierta garantía de su historicidad: Abraham significaba el “padre (divino) es exaltado”; Jacob, “Dios protege”; e Isaac, “Dios sonreirá”.

Los patriarcas no vivían en las ciudades que quedaban en las planicies, sino en las estepas, en las altiplanicies entre las montañas y el desierto (Gn 12, 8), como pastores de pequeños rebaños. No eran campesinos, asentados en la tierra. En las narraciones patriarcales, las ciudades aparecen normalmente con connotaciones negativas. Diversos patriarcas, al pasar por ellas, corrieron el riesgo de perder a sus esposas (Gn 20, 2-3; 12, 10-20); en ellas no eran respetados los derechos de los huéspedes (Gn 34, 21-22); en ellas sucedían guerras, secuestros y otras maldades (Gn 13, 13; 14, 1ss; 26, 12-24); sus moradores no eran de fiar (Gn 34, 20-31).

Los grupos patriarcales sufrían sobrevivían con dificultad: el principal medio de supervivencia eran los rebaños de ovejas (Gn 47, 3; 29, 3; 13, 2). Los pastores eran pobres. ¿Cómo interpretar entonces las narraciones bíblicas en las que Abraham e Isaac son presentados como hombres muy ricos, con grandes rebaños (Gn 12, 5.16; 13, 2; 18,7; 20, 14.16; 32, 5-6; 33, 8-11)? Son lecturas engrandecidas, hechas mucho tiempo después de la muerte de estos patriarcas. Los autores de estos textos tenían la preocupación de identificar a los antepasados del pueblo de Israel con gente importante, como los reyes que tenían grandes propiedades.

Abraham y sus descendientes no pasaban de ser pequeños pastores. Llevaban una vida dura. No vivían en casas, sino en tiendas (Gn 13, 1-3; 18, 1; 24, 67; 26, 25), apacentando de un lagar a otro. En el verano, periodo de sequía, migraban hacia las proximidades de tierras cultivadas, donde había un poco de agua. En el invierno, periodo de intensas lluvias, migraban hacia las estepas. Vivían buscando su propia supervivencia y la de sus rebaños. Tenían una vida muy difícil.

Las familias patriarcales integraban trabajo y fe, en la esperanza de la supervivencia: la organización social básica de los grupos patriarcales era la familia patriarcal. Diversas familias conformaban el clan. El patriarca, conocido como el padre del clan, era la máxima autoridad. Ejercía la función de juez en los casos de conflicto, presidía las funciones religiosas y tenía autonomía jurídica y religiosa. La matriarca era madre del clan, corresponsable de la tribu, aunque no ejercía un poder político.

La tierra era considerada un bien colectivo del clan. Normalmente los varones cuidaban de los rebaños, mientras que las mujeres cuidaban de los hijos, del campamento y de pequeños cultivos para el sustento de la familia. Los niños eran tenidos en gran consideración, pues representaban la supervivencia y la continuidad del clan. Pero entre los cananeos había la costumbre de sacrificar hijos a los dioses. En el estilo de vida del clan predominaban las relaciones familiares: marido-mujer, padre-hijos, hermanos-hermanas, miembros de la gran familia.

Tradición religiosa de los grupos patriarcales: la fe en Dios compañero de ruta y protector. Cada clan tenía sus tradiciones religiosas e invocaba a la divinidad con un nombre propio. En los textos bíblicos más antiguos nos aparece el nombre con el cual los patriarcas invocaban a Dios; sólo aparece la expresión: “el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3, 6). En el Pentateuco encontramos textos que provienen de una corriente redaccional sacerdotal de la época del exilio y llaman con el nombre de Él Sadday al Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Cfr. Ex 6, 3). Con el nombre de “YaHVeH” (Ex 6, 2) Dios que fue conocido mucho después, en el periodo de la vida tribal y de la monarquía. Al escribir su historia, el pueblo proyectó este nombra hacia el pasado más remoto de Israel.

La manera de indicar a Dios con la expresión “el Dios de los padres” tenía algunas características que compaginaban con el tipo de vida nómada de los pastores. Dios era visto por ellos como un Dios peregrino y compañero de ruta, que caminaba con el pueblo por todo lugar adonde este iba (Gn 28, 15). No era un Dios que se quedaba encerrado en un templo y que sólo podía ser encontrado por aquellos que allá se dirigían. El “Dios de los padres” era también un Dios que protegía al pueblo en el camino. Ayudaba a encontrar agua (Ex 17, 5-7) y pan (Ex 16, 4-5; Dt 8,3) y bendecía el rebaño (Gn 30, 27-29). Había algunos momentos especiales en los que ellos ofrecían sacrificios al “Dios de los padres”.

No había un lugar especial para realizar el culto a Dios: normalmente el lugar escogido quedaba fuera de la ciudad y bajo un árbol. Entonces se levantaba un altar y se ofrecía el sacrificio (Gn 12, 7-8; 13, 3-4; 22, 9; 33, 20). En aquel momento ese lugar era considerado sagrado. El “Dios de los padres” era, finalmente, el Dios de la promesa (Gn 15, 5-7; 26, 1-6), aquel que había prometido a Abraham una descendencia numerosa, una tierra y un gran nombre. En la certeza de la fidelidad de este Dios, caminaron en busca de la realización de esas promesas.

Ascendientes de los patriarcas en Canaán: resulta difícil afirmar cuando exactamente los ascendientes de los patriarcas llegaron a Canaán. Ellos provenían de troncos diferentes, con predominancia de los amorreos, que migraron a Canaán en la primera mitad del segundo milenio a.C. (entre el 2000 y 1600 a.C.). Ciertamente cada clan traía en la memoria su tradición de migración. Hay grandes evidencias de que, alrededor del siglo XIV al XIII a.C., gran parte de los descendientes de los patriarcas se unieron al grupo de los campesinos que se rebelaron a las Ciudades-Estados y a los grupos que llegaron de Egipto y del Sinaí, e integraron la formación del pueblo de Israel.

Leer Gn 12, 1-5; 26, 22-25; 28, 10-16.
Reposeer las siguientotes preguntas:
- ¿A qué grupo de trabajadores pertenecían nuestros abuelos y nuestros padres? ¿Eran agricultores? ¿Obreros?
- ¿En qué condiciones y con qué herramientas trabajaban?
- ¿Cómo entendían ellos la presencia de Dios?
- Nuestra situación hoy, ¿es mejor o peor que ellos?

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