lunes, 29 de septiembre de 2008

EL PUEBLO NARRA LA HISTORIA Y REVIVE LA LIBERACIÓN

A) MOISÉS Y SU GRUPO

El grupo de Moisés no es una tribu, es un grupo reducido. El grupo ha permanecido un tiempo (40 años aprox.) en Kadés-Barnea. El grupo penetra en Palestina. Algunos penetran por el sur; otros no pudieron penetrar por ahí, entonces se establecen algún tiempo al oriente del mar Muerto. El grupo de Moisés penetra sin Moisés, quien murió en el desierto, en el monte Nebo.

¿Qué es el grupo de Moisés?: Moisés fue importante, pero lo fue más su grupo. Por ello hay que formularse la siguiente pregunta: ¿Cuál es la real realidad del grupo de Moisés?

Es bueno tener en cuenta que las historias del éxodo fueron hechas mucho tiempo después del acontecimiento de Moisés. Este acontecimiento es más o menos del año 1250 a.C. Los escritos comenzaron a aparecer después del año 900 a.C.

Los relatos de la Biblia sirven de poco para averiguar la real realidad de Moisés. Para quienes escribieron los relatos acerca de Moisés, la figura de este hombre sirve para ver qué idea del ser humano se tenía en los años 900 al 700. Hay relatos acerca de Moisés que surgieron en el año 400 a.C. Sobre Moisés sólo es posible un acercamiento aproximado.

¿Qué sería el grupo de Moisés según los documentos egipcios?: el grupo de Moisés es diferente al grupo de Israel, es diferente a las tribus. El grupo de Moisés se asienta en las orillas del Nilo, en un lugar llamado Gozhan.

No hay ningún documento que hable explícitamente del grupo. Sí existen documentos contemporáneos al grupo de Moisés que se refieren a las situaciones sociales y políticas de la época.

El grupo de Moisés tiene que ver con las oleadas de movimientos asiáticos semitas que existieron, según documentos egipcios, entre el 1500 y 1200 a.C. Por lo tanto, quienes conforman el grupo no son egipcios. Son un grupo emparentado con los semitas. Lo más seguro es que el grupo de Moisés está compuesto por asiáticos andantes que pueden acercarse a lo que son los hapirus.

¿Cómo es el grupo de Moisés según fuentes bíblicas?: en el libro del Éxodo encontramos dos historias diferentes: la primera historia es Ex 1 – 15; la segunda Ex 16 – 34.

Sobre la primera historia, G. Fohrer afirma que el texto es una colcha de retazos; logró catalogarlo por estratos de tradiciones (4 estratos), que en su mayoría pertenecen a la época de la monarquía. La historia del nacimiento de Moisés se escribe 4 siglos después de Moisés. Por ser una figura importante, escriben relatos acerca de él. El tamaño que adquiere la figura de Moisés se debe a razones de tipo doctrinal. Fue creciendo el sentido de lo que era Moisés para ellos.

Las preguntas que debemos hacernos son: ¿qué pretenden anunciar al narrar de la forma que lo hacen? ¿a qué época pertenece cada pieza del texto? ¿qué hay de la realidad de Moisés?

¿Qué valor histórico tienen estos relatos bíblicos? Propiamente, en ninguna parte de la Biblia hay datos reales de Moisés. Sólo hay un acercamiento a él con algunos detalles. Moisés existió hacia el año 1250 a.C. En la literatura bíblica lo que aparece es lo que significa Moisés para ellos en la época en que escriben, cuál es su sentido, pero no su realidad histórica.

Supuesto el estudio crítico de las tradiciones sobre Moisés y su grupo, la crítica histórica deduce como hechos reales, los siguientes:

- Es histórica la estadía de un grupo de origen semita en el noreste de Egipto. Este grupo estuvo sometido a la esclavitud muy probablemente en la época de Ransés II quien gobernó durante 70 años. Ese grupo estuvo allí entre los años 1300 y 1250 a.C.
- Es realmente histórica una fuga de los oprimidos presionados por una epidemia seguramente infantil que era considerada muy grave porque podría conducir a desaparecer la raza. A esto obedece la plaga que es la real muerte de los primogénitos. Las plagas se entienden como acumulación de males de toda la historia en el lugar.
- Moisés es el hombre más representativo para Israel. Su nombre egipcio es un hecho histórico, pues si hubiera sido un nombre tardío lo hubieran cambiado ya que los nombres egipcios eran odiados por los israelitas. En caso de cambio, le habrían puesto un nombre israelita. Además, Moisés tiene la misma desinencia egipcia: m-sés, como Ra-m-sés. Moisés, pues, es un nombre egipcio que significa alumbrar, nacer o fulgurar.
- La persona de Moisés es realidad histórica implicada en una particular experiencia de YaHVeH. Moisés y su grupo tuvieron un encuentro con YaHVeH. La fe en YaHVeH nace con el grupo de Moisés. La historia de YaHVeH empieza, para los israelitas, en el encuentro de Moisés con él.
- Realmente el líder del grupo fue Moisés.

B) EL ITINERARIO DE LA SALIDA DE EGIPTO

El acontecimiento central de la fe del pueblo de Israel es el éxodo. Israel nace como pueblo de Dios y como nación cuando sale de Egipto. Sin embargo si interrogamos a las fuentes egipcias y a los documentos de la época sobre estos acontecimientos, el resultado, otra vez, es más bien flaco. Los especialistas, historiadores y arqueólogos, no han conseguido encontrar hasta hoy una sola alusión clara del éxodo. Los únicos datos que tenemos son los narrados en los textos bíblicos.

En el Antiguo Testamento hay, por lo menos, tres rutas del éxodo.
- Primera ruta: Desde la crítica literaria, es la ruta más antigua. (Ex 15, 22-25). Son tradiciones Yhvista y elohista mezcladas. Mará significa amargo, amargura; en hebreo mar. La marcha por el desierto está jalonada por las murmuraciones de Israel. Israel es ya el pueblo recalcitrante que rechaza hasta los beneficios de Dios (Jue 11, 16-18). Esta es una ruta muy precisa: Egipto-Mar de Shuf o mar de las cañas-Kadés-Moab. Esta es una historia de principios de la monarquía. Mará es Kadés.
- Segunda ruta: basada en Dt 1 -2. Escrita en la época del exilio de Babilonia. (Dt 1, 19. 40; 2, 8). La segunda ruta es, entonces: (Edipto)- Mar de Shuf – (Hored o Sinaí) – Kadés – Moab.
- Tercera ruta: Basada en Nm 33. es un escrito posterior al Exilio, propio de la comunidad judía. (Nm 33, 5. 10. 15). La tercera ruta es Egipto - Sukkot – Elim. – mar de la Cañas - Refidím - Desierto del Sinaí.

Hored es un nombre común que significa monte. Sinaí es el nombre propio que luego se le asignó. El Sinaí es un lugar geográfico que requiere ser reubicado. La pregunta es ¿dónde se encuentra realimente el Hored, el monte en el que se situaron Moisés y su grupo? ¿El mar de las Cañas es el mismo mar Rojo? ¿Los hebreos atravesaron el mar Rojo o una zona pantanosa en la región de los “Lagos Amargos”, o bien una laguna cercana al Mediterraneo llamada Lago Menzaléh?.

Se ha vuelto tradicional hablar del “paso del mar Rojo”; sin embargo, es poco probable que los israelitas escogieran este itinerario, porque el mar Rojo es demasiado profundo. Sea como fuere, la traducción de “mar Rojo” no corresponde a la traducción hebraica que designa a este mar. En nuestros días, esta expresión se traduce de un modo más exacto por “mar de los Juncos”. También hay que tener en cuenta que, la región atravesada actualmente por el canal de Suez, era en la antigüedad una región de lagos. Algunos de esos lagos siguen existiendo todavía hoy, como los lagos amargos. Es mucho más probable que debamos buscar en esta región el teatro del relato de Ex 14. Pero, una vez más, se trata de una posibilidad. El relato bíblico no suministra datos suficientemente precisos para datar el acontecimiento y situarlo geográficamente. La experiencia de fe cuenta más que la precisión geográfica y cronológica.

C) EL DIOS YaHVeH

- YaHVeH es un nombre propio que se le da a una divinidad: el nombre de YaHVeH no era conocido ni en Egipto ni en Canaán antes de la llegada del grupo de Moisés. Es un nombre que procede del desierto. Por tanto, las tribus, antes del encuentro con el grupo de Moisés, no conocían el nombre de YaHVeH. Algunos autores afirman que, en Egipto, el grupo todavía no hablaba de YaHVeH. La fe en YaHVeH, como venida de Abraham, es una elaboración teológica del Yahvista. Se piensa que YaHVeH tenía un culto en el desierto (Kadés – Bernea) antes de la llegada del grupo de Moisés a ese lugar. El nombre de YaHVeH no se lo inventa Moisés.

- ¿En quién crían Moisés y su grupo antes de creer en YaHVeH? ¿En quién creía Moisés antes de salir de Egipto?: es impensable un grupo antiguo que no tenga alguna creencia en alguna divinidad. Había divinidades locales y familiares. Cada grupo con su propia divinidad. El Dios de Abraham es diferente al Dios de Israel y al Dios de Isaac o al de Jacob. Estos nombres hacen referencia al Dios del padre (Ex 3, 6; 15, 2; 18, 4).

En Ex 3, 6 podemos ver que Moisés creía en la divinidad de su grupo. En Ex 18, 4, vemos que quien los libró de Egipto fue el dios del padre de Moisés. Pero Ex 14, 30-31 dice: “Aquel día salvó YaHVeH a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a orillas de mar. Y viendo Israel la mano fuerte que YaHVeH había desplegado contra los egipcios, temió a YaHVeH, y creyeron en YaHVeH y en Moisés, su siervo”. Es un texto escrito cinco siglos después del hecho. Es una profesión de fe teológica.

Moisés creía en un Dios casero, el Dios de su padre. Lo primero que entiende el grupo es que ha sido liberado por el Dios del padre de Moisés, Dios del padre de su grupo, aspecto común a los semitas. El Dios del padre de Moisés los sacó de Egipto, no YaHVeH.

¿Por qué creen en YaHVeH? ¿Por qué se adhieren al Dios que daban culto en Kadés?: el grupo llega a Kadés creyendo en el Dios del padre de Moisés y allí creen de YaHVeH porque reciben una imagen más clara de Dios que les confirma la fe. Moisés pudo haber influido en la fe de su grupo; posiblemente creyó durante su primer viaje. Pero la fe no es un hecho individual en Moisés. Es una experiencia del grupo. Lo esencial es la fe del grupo.

Cuando un grupo tiene fe en una divinidad, es porque esa divinidad se percibe con unas características que son vividas en sus adoradores. El grupo ve que esas características son precisamente las que han sentido en la salida de Egipto.

Dios fue quien buscó al grupo. En el desierto salió al encuentro de ellos. Sus necesidades de salvación fueron llenadas. Las características del Dios YaHVeH que se vivía en el culto por parte de la gente del desierto, correspondían a las necesidades de salvación del grupo de Moisés: necesidad de liberación, necesidad de medios adecuados para vivir, necesidad de existir. Cada vez hay más seguridad en YaHVeH, al ver que esas características funcionan (Dt 26, 5-9)

Creen en YaHVeH porque se sintieron salvados. De acuerdo a lo que sentían fueron elaborando imágenes de YaHVeH.

Características de YaHVeH en las tradiciones antiguas:
- YaHVeH es un Dios desconocido para ellos que los elige gratuitamente.
- Es un Dios que busca seres humanos.
- Dios liberador de oprimidos y de esclavos.
- Dios comprometido y responsable de los interese limpios del grupo.
- Dios que busca comportamientos éticos.
- Se revela a través de los seres humanos.

La figura de Dios en la Biblia es muy rara frente a las otras religiones. Es un Dios que ni siquiera tiene lugar de culto; va con la gente, la empuja, la espera, la lleva, camina al lado de ella. Esto es lo propio de YaHVeH y de Moisés.

Lo más importante del Dios YaHVeH y el grupo de Moisés es la comprensión de cómo funciona Dios. No se trata de pensar la esencia de Dios, esto no es captable a ningún ser humano. No se trata de un hombre que elige a YaHVeH, sino de un Dios que elige al grupo por su situación de opresión y de marginalidad. Es un Dios enamorado de la miseria humana. Lo que Dios busca es enrumbar al ser humano en función del hermano. Esto es lo propio de la Biblia.

Las características de Moisés son semejantes a las de YaHVeH. Moisés, es figura de YaHVeH, es testigo de YaHVeH. Moisés es paciente y humilde; el pecado del desierto es la rebelión del grupo (Nm 12, 1-3)


Leer el libro del Éxodo
- Descubrir las dos historias sobre Moisés.
- ¿Cómo ve el pueblo de Israel a YaHVeH y cómo lo sentimos nosotros?

sábado, 20 de septiembre de 2008

LOS DÉBILES Y PEQUEÑOS CONSTRUYERON EL PUEBLO DE DIOS

El tercer tema muestra cómo la fe en un Dios diferente reunió a los primeros grupos que formaron el pueblo y les dio fuerza para buscar una vida mejor, pues pastores marginados y campesinos oprimidos contribuyeron a la formación del pueblo de Israel.

Grupos de los campesinos oprimidos que se revelaron: “hapirus” que soñaban con la liberación y trataban de conquistarla: los “hapirus” son de difícil identificación. A veces aparecen como una banda de hombres y mujeres que venden su libertad, colocándose al servicio de los reyes de las Ciudades-Estados; y, a veces, como bandas armadas y hostiles a los faraones y a los reyes de Canaán. La opinión más aceptada ve en ellos una clase social en medio de diversos pueblos, y no una etnia. Eran campesinos marginados que vivían en las aldeas de las Ciudades-Estados de Canaán y no se sometían al control de los reyes, ni de los faraones egipcios. Eran identificados como bandidos armados que saqueaban los territorios de los reyes, contratados por los reyes para defenderlos de las invasiones.

Los “hapirus” constituían una amenaza a la tranquilidad de los reyes. Ellos estaban en todas la etnias, en las diferentes regiones del Asia Menor, de Canaán, de Egipto y de otros lugares. Se puede decir que el “hapiru” constituía la clase social marginada de sus sociedades.

Las Ciudades-Estados eran fortalezas de poder: estas ciudades eran independientes entre si, pero dependían de Egipto. Eran gobernadas por un rey, con sus ayudantes y el consejo de notables, constituido por los latifundistas y por los grades comerciantes. La ciudad era cercada con una muralla protectora, con una puerta de entrada y salida. Dentro de la ciudad, la parte donde estaba el palacio del rey, su comitiva y el templo era protegida por otra fortificación. En la parte más baja y alrededor de la plaza fuerte del palacio quedaban las casas de los pequeños comerciantes y artesanos. Toda el área era protegida por soldados que dependían del rey. El tamaño era considerablemente pequeño. Alrededor, quedaban las aldeas, pequeños poblados cuyos habitantes se dedicaban al cultivo de la tierra.

En las aldeas alrededor de las Ciudades-Estados vivían los pobres: alrededor de las Ciudades-Estados habían aldeas en las que vivían los campesinos que cultivaban la tierra, los mismos que dependían del rey de la Ciudad-Estado. No estaban protegidos por murallas y fortines. Sufrían la influencia y el dominio de las Ciudades-Estados, pagaban tributos al rey a cambio de una protección militar, y proveían el sustento del rey y a sus funcionarios. Para ellos mismos, muy poco quedaba de sus cosechas. Vivían como esclavos en una situación miserable.

El empobrecimiento crecía en las aldeas, a causa de los saqueos que habitualmente se producían, las invasiones egipcias, los nuevos tributos y organización sistemática de la esclavitud. En poco tiempo la población de las aldeas se volvió muy empobrecida. El rey ejercía también el oficio de sacerdote. El templo donde él desempeñaba sus funciones religiosas era también el lugar donde debía pagarse el tributo. Él hacía lo que quería, y nada podía ser cambiado porque así lo había organizado los dioses a los cuales él servía entre intermediario entre ellos y el pueblo. Convenía mantener ese orden porque favorecía los privilegios del rey y de clase dominante. Aún así, había el grupo de campesinos inconformes con la situación de las aldeas. Esto favoreció el crecimiento de los “hapirus”.

Los “hapirus” y hebreos, los sedientos de liberación: en el Éxodo lo israelitas son llamados también hebreos, descendientes de Héber (Gn 10, 24). Un estudio realizado sobre los “hapirus” y los hebreos reveló semejanzas no sólo en el nombre, sino sobre todo en la condición social. Los “hapirus” siguieron en las planicies de Canaán, entre los campesinos cananeos explotados y marginados. El nombre de “hebreo” aparece en la Biblia para hablar de los israelitas que vivieron una situación de opresión en Egipto (Ex 1, 15-16. 19; 2, 6-7.11.13; 3, 18; 5, 3; 7, 16; 9, 1.13; 10,3) y para hablar de su lucha contra los filisteos (1 Sm 4, 6). Los dos grupos tenían derechos limitados y recursos económicos escasos, y no constituían una etnia.

Lo que distinguía a los hebreos de los “hapirus” era el hecho de que ellos no se volvieron mercenarios ni constituyeron una banda armada, a pesar de las situaciones de opresión en la que vivían. Algunos textos bíblicos significativos comprueban la situación de la esclavitud en la que se formaron algunas tribus, como la de Isacar (Jos 19, 17-23), que ocupó la ciudad de Sunem y fue sometido a esclavitud por la ley de la ciudad de Meguiddo (Gn 30, 18; 49, 14-15). Las tribus de Zabulón, Aser y Dan, según el Génesis y el Deuteronomio, parecen indicar un origen ligado a los trabajadores portuarios y remadores de navíos cananeos (Gn 49, 13; Dt 33, 18-19; Jue 5, 17). Estos hebreos-hapirus constituyen la base para una nueva sociedad. Junto con otros grupos, formaron las tribus de Israel, que vamos a ver en el próximo estudio. Ellos crearon una nueva organización, diferente del imperio Egipcio y de las Ciudades-Estados.

Grupos de pastores o descendientes de los patriarcas: entre los patriarcas más importantes en las narraciones bíblicas, encontramos a Noé, Abraham, Isaac y Jacob.

La historia de Abraham en la visión del Gn 11, 26 – 12, 17: leer el texto y responder:
- Identificar la familia de Abraham.
- Trazar el recorrido de Abraham.
- ¿Qué hizo Abraham para sobrevivir en Egipto?
- ¿Qué problemas tuvo Abraham con Lot y que hicieron para solucionarlos?
- ¿De quién tuvo hijos Abraham?

Finalidad de las narraciones patriarcales: la fe es una herencia preciosa. La visión que la Biblia presenta es la reconstrucción de la historia del pueblo, como vemos es linear. Comienza con Abraham, padre de Isaac, abuelo de Jacob y bisabuelo de las 12 tribus de Israel. Sin embargo, nada prueba que esta genealogía ofrezca ka verdad de los hechos. La finalidad de las narraciones era mostrar la unidad de los antepasados desde el inicio. Todo indica que los hechos fueron simplificados. Por eso, se vuelve difícil establecer una fecha exacta para la entrada de los antepasados de Israel en Canaán.

Es posible que hayan existido otros grupos que pertenecían al mismo medio étnico y social de los patriarcas, y es posible que no haya llegado de la misma manera y al mismo tiempo a aquella tierra. El ciclo de Jacob, por ejemplo, era independiente del ciclo de Abraham. Las relaciones conflictivas entre Jacob y Labán, el arameo, narradas en Gn 30-32, parecen indicar un periodo posterior: el siglo XIV a.C., época en la que aparecen los arameos. Es significativo el hecho de que ninguna tribu de Israel haya llevado el nombre de los tres patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob. De allí surge la pregunta: ¿cuál es la tribu de Israel que entonces habría conservado para los demás estas tradiciones patriarcales? Es muy posible que estas hayan sido proyectadas sobre grupos incluso muy anteriores a la formación de las 12 tribus de Israel.

La fe de los antepasados da fuerza a la lucha de los descendientes: los descendientes de los patriarcas integraron, posteriormente, el grupo de los que opusieron resistencia al feudalismo cananeo de finales del segundo milenio a.C. Vivían en las estepas, fueron el dominio de las ciudades, y llevaban una vida de seminómadas. Los descendientes de Jacob vivían en la región central, y los de Abraham e Isaac en la región sur. Los nombres de los patriarcas eran muy conocidos en ese tiempo. Tenían significados propios en los documentos extrabíblicos. Esto puede dar una cierta garantía de su historicidad: Abraham significaba el “padre (divino) es exaltado”; Jacob, “Dios protege”; e Isaac, “Dios sonreirá”.

Los patriarcas no vivían en las ciudades que quedaban en las planicies, sino en las estepas, en las altiplanicies entre las montañas y el desierto (Gn 12, 8), como pastores de pequeños rebaños. No eran campesinos, asentados en la tierra. En las narraciones patriarcales, las ciudades aparecen normalmente con connotaciones negativas. Diversos patriarcas, al pasar por ellas, corrieron el riesgo de perder a sus esposas (Gn 20, 2-3; 12, 10-20); en ellas no eran respetados los derechos de los huéspedes (Gn 34, 21-22); en ellas sucedían guerras, secuestros y otras maldades (Gn 13, 13; 14, 1ss; 26, 12-24); sus moradores no eran de fiar (Gn 34, 20-31).

Los grupos patriarcales sufrían sobrevivían con dificultad: el principal medio de supervivencia eran los rebaños de ovejas (Gn 47, 3; 29, 3; 13, 2). Los pastores eran pobres. ¿Cómo interpretar entonces las narraciones bíblicas en las que Abraham e Isaac son presentados como hombres muy ricos, con grandes rebaños (Gn 12, 5.16; 13, 2; 18,7; 20, 14.16; 32, 5-6; 33, 8-11)? Son lecturas engrandecidas, hechas mucho tiempo después de la muerte de estos patriarcas. Los autores de estos textos tenían la preocupación de identificar a los antepasados del pueblo de Israel con gente importante, como los reyes que tenían grandes propiedades.

Abraham y sus descendientes no pasaban de ser pequeños pastores. Llevaban una vida dura. No vivían en casas, sino en tiendas (Gn 13, 1-3; 18, 1; 24, 67; 26, 25), apacentando de un lagar a otro. En el verano, periodo de sequía, migraban hacia las proximidades de tierras cultivadas, donde había un poco de agua. En el invierno, periodo de intensas lluvias, migraban hacia las estepas. Vivían buscando su propia supervivencia y la de sus rebaños. Tenían una vida muy difícil.

Las familias patriarcales integraban trabajo y fe, en la esperanza de la supervivencia: la organización social básica de los grupos patriarcales era la familia patriarcal. Diversas familias conformaban el clan. El patriarca, conocido como el padre del clan, era la máxima autoridad. Ejercía la función de juez en los casos de conflicto, presidía las funciones religiosas y tenía autonomía jurídica y religiosa. La matriarca era madre del clan, corresponsable de la tribu, aunque no ejercía un poder político.

La tierra era considerada un bien colectivo del clan. Normalmente los varones cuidaban de los rebaños, mientras que las mujeres cuidaban de los hijos, del campamento y de pequeños cultivos para el sustento de la familia. Los niños eran tenidos en gran consideración, pues representaban la supervivencia y la continuidad del clan. Pero entre los cananeos había la costumbre de sacrificar hijos a los dioses. En el estilo de vida del clan predominaban las relaciones familiares: marido-mujer, padre-hijos, hermanos-hermanas, miembros de la gran familia.

Tradición religiosa de los grupos patriarcales: la fe en Dios compañero de ruta y protector. Cada clan tenía sus tradiciones religiosas e invocaba a la divinidad con un nombre propio. En los textos bíblicos más antiguos nos aparece el nombre con el cual los patriarcas invocaban a Dios; sólo aparece la expresión: “el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Ex 3, 6). En el Pentateuco encontramos textos que provienen de una corriente redaccional sacerdotal de la época del exilio y llaman con el nombre de Él Sadday al Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Cfr. Ex 6, 3). Con el nombre de “YaHVeH” (Ex 6, 2) Dios que fue conocido mucho después, en el periodo de la vida tribal y de la monarquía. Al escribir su historia, el pueblo proyectó este nombra hacia el pasado más remoto de Israel.

La manera de indicar a Dios con la expresión “el Dios de los padres” tenía algunas características que compaginaban con el tipo de vida nómada de los pastores. Dios era visto por ellos como un Dios peregrino y compañero de ruta, que caminaba con el pueblo por todo lugar adonde este iba (Gn 28, 15). No era un Dios que se quedaba encerrado en un templo y que sólo podía ser encontrado por aquellos que allá se dirigían. El “Dios de los padres” era también un Dios que protegía al pueblo en el camino. Ayudaba a encontrar agua (Ex 17, 5-7) y pan (Ex 16, 4-5; Dt 8,3) y bendecía el rebaño (Gn 30, 27-29). Había algunos momentos especiales en los que ellos ofrecían sacrificios al “Dios de los padres”.

No había un lugar especial para realizar el culto a Dios: normalmente el lugar escogido quedaba fuera de la ciudad y bajo un árbol. Entonces se levantaba un altar y se ofrecía el sacrificio (Gn 12, 7-8; 13, 3-4; 22, 9; 33, 20). En aquel momento ese lugar era considerado sagrado. El “Dios de los padres” era, finalmente, el Dios de la promesa (Gn 15, 5-7; 26, 1-6), aquel que había prometido a Abraham una descendencia numerosa, una tierra y un gran nombre. En la certeza de la fidelidad de este Dios, caminaron en busca de la realización de esas promesas.

Ascendientes de los patriarcas en Canaán: resulta difícil afirmar cuando exactamente los ascendientes de los patriarcas llegaron a Canaán. Ellos provenían de troncos diferentes, con predominancia de los amorreos, que migraron a Canaán en la primera mitad del segundo milenio a.C. (entre el 2000 y 1600 a.C.). Ciertamente cada clan traía en la memoria su tradición de migración. Hay grandes evidencias de que, alrededor del siglo XIV al XIII a.C., gran parte de los descendientes de los patriarcas se unieron al grupo de los campesinos que se rebelaron a las Ciudades-Estados y a los grupos que llegaron de Egipto y del Sinaí, e integraron la formación del pueblo de Israel.

Leer Gn 12, 1-5; 26, 22-25; 28, 10-16.
Reposeer las siguientotes preguntas:
- ¿A qué grupo de trabajadores pertenecían nuestros abuelos y nuestros padres? ¿Eran agricultores? ¿Obreros?
- ¿En qué condiciones y con qué herramientas trabajaban?
- ¿Cómo entendían ellos la presencia de Dios?
- Nuestra situación hoy, ¿es mejor o peor que ellos?

viernes, 12 de septiembre de 2008

EN LA EXPERIENCIA DE LA DEBILIDAD, EL PUEBLO VE LA FUERZA DE DIOS

El objetivo de este tema es descubrir que fue en la pequeñez y fragilidad que los Israelitas percibieron la presencia y la acción de Dios. Entre altibajos, avances y retrocesos, ellos fueron descubriendo su fuerza y haciendo historia.

Vamos a conocer la historia de Israel en la complejidad de su formación como pueblo y el contexto histórico de Canaán, donde ella tuvo inicio y se desarrolló.

Diferentes puntos de partida para narrar la misma historia: la historia de un pueblo o de una persona puede ser narrada de diferentes puntos de partida y diferentes puntos de vista. Unos comienzan a narrar la historia desde el inicio; otros, desde el medio; y, otros, desde el fin. Hay también diferentes enfoques, dependiendo de quien narra la historia. Por ejemplo, si la historia de Colombia fue contada por los indios y los negros, ¿sería la misma historia que estudiamos en la literatura oficial? Puede haber sucedido la mismo en la historia del pueblo de Israel.

Algunos comienzan a narrar la historia del pueblo de Israel a partir de su formación; otros, desde la alianza de las tribus al tiempo de los jueces; otros, incluso, desde la unión de los dos reinos. Hay también quienes narran la historia a partir del exilio. Son periodos históricos, contextos y situaciones diferentes, pero el objetivo es el mismo: narrar la historia del pueblo de Israel. Vamos a empezar con el periodo de las tradiciones orales, en el cual surgieron los diversos grupos que más tarde integraron la historia de aquel pueblo. Narrar y volver a narrar la historia era la manera como el pueblo mantenía viva la memoria del pasado.

Tres formas diferentes de narrar los orígenes del pueblo de Israel: hay diversos estudios sobre la formación del pueblo de Israel. Tres son las posibilidades más aceptadas:

1. Israel se formó como pueblo en Egipto: la Biblia presenta la formación del pueblo de Israel fuera de Canaán, en Egipto, donde se habría formado como “el pueblo de los hijos de Israel” (Ex 1, 9). Esta es la idea que la Biblia presenta. Eran pocas las personas que habían ido a Egipto: apenas la familia de Jacob. Había entre 66 y 75 personas en total (Gn 46, 26-27; Hch 7, 14). Según la Biblia, todo Israel tuvo su origen en Egipto, y de allí salió una gran multitud (Ex 12, 37) rumbo a la tierra de Canaán. El propio pueblo afirma, acerca de su origen: “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo poco aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa” (Dt 26, 5).

En Egipto, los israelitas eran esclavos, inmigrantes, súbditos del gobierno egipcio. En estas condiciones, es difícil admitir que se hayan vuelto una nación grande, fuerte y numerosa como afirma el texto bíblico. Por ello, era necesaria una organización centralizada y estatal: algo que no había. El tiempo de vida que llevaban, según los textos del Génesis (Gn 45, 17-18) y del Éxodo (Ex 1, 1-22), tal vez favorecía una forma de vida tribal o de un clan, pero no de un pueblo o nación. Sin duda, el texto de Ex 1, 11 ofrece informaciones históricas importantes sobre los nombres de personas y lugares, y sobre las condiciones de vida de los israelitas en Egipto.

No podemos olvidar que Israel narra su experiencia en Egipto a partir de su experiencia con Dios. No es él solo que conquista la libertad. Es Dios con Israel, su pueblo (Ex 3, 7-8). Los textos bíblicos que narran la grandeza de un pueblo que se hizo una nación fuerte, fuera de Canaán, tiene la preocupación de mostrar la grandiosidad de la acción de Dios en medio del pueblo.

El pueblo de la Biblia no se preocupaba por probar los hechos. Lo que realmente sucedió y cómo ocurrió no entra en discusión. La Biblia no tiene como preocupación principal narrar la historia. Ella habla de la experiencia que el pueblo hizo con Dios, como pueblo escogido. Al hablar de esa experiencia, puede señalar algunos elementos históricos, como nombres de personas y de lugares, fechas y acontecimientos, pero lo realmente importante, para nosotros, es acoger la experiencia que el pueblo hizo y registró de esa manera, hace más de 2.000 años. Fue así que el pueblo releyó su historia. Y esa lectura es incuestionable y verdadera. La convicción de Israel es el producto final de un largo proceso de elaboración por el cual pasaron esas tradiciones de gran complejidad, las mismas que se fusionaron en una única tradición bojo la forma de una genealogía.

Si observamos atentamente las narraciones de José, hijo de Jacob, también en ellas aparece el sistema genealógico y el marco histórico familiar para las tribus del sur de Canaán. José es vendido por los hermanos a los medianitas e ismaelitas, grupos del sur, que lo llevaron a Egipto. Allá consigue llegar al cargo de administrador del palacio de la población (Gn 41, 40); y, después de un tiempo. Hace venir a Egipto a su padre y a sus hermanos (Gn 45, 16 – 46, 7). Históricamente el origen de Israel como pueblo en Egipto no corresponde a los hechos. Debe haber integrado a grupos venido de Egipto y transformando esa experiencia en una profesión de fe.

2. Israel se formó como pueblo en Canaán, con los grupos que vinieron de fuera: la segunda opinión afirma que Israel se formó en Canaán, con diversos grupos que emigraron lentamente de otros países y fueron ocupando el territorio de forma pacífica y progresiva. Eran grupos formados por pastores seminómadas, que luego se establecieron en la tierra y se volvieron agricultores. Esta idea no es muy aceptada por gran número de estudiosos. Ellos no creen que todos los seminómadas, normalmente pastores que vivían en las estepas, se hayan vuelto agricultores, establecidos en la tierra, alrededor de las ciudades.

3. Israel se formó como pueblo en Canaán, con los campesinos oprimidos que vivían allí y con los grupos oriundos de otros países: la tercera opinión admite la posibilidad de grupos provenientes de fuera de Canaán, los mismos que se establecieron aquí y más tarde se juntaron al grupo de los campesinos cananeos que vivían en una situación de opresión en las aldeas de la Ciudades-Estados. Esta idea parece ser más conciliadora entre los datos bíblicos y las serias investigaciones actuales en el ámbito arqueológico y de otras ciencias.

Entre los grupos que vinieron de fuera y se establecieron en Canaán, se encuentran:
- Los descendientes de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Eran pastores, seminómadas semitas-arameos que habían migrado y vivían en las estepas, entre las montañas y el desierto, o entre los territorios de las Ciudades-Estados, pero fuera del alcance de su poder opresor. Este grupo se designó como abrahámico.

- El grupo de los fugitivos de Egipto, designado como mosaico, porque fue liberado por Moisés en la experiencia de la esclavitud, del éxodo y de la liberación. Sus integrantes se establecieron en las regiones montañosas de Canaán, alrededor de los años 1.250 a.C., al reparo de los carros de la guerra de los señores de las Ciudades-Estados.

- El grupo del Sinaí, designado como sinaítico, conformado por beduinos. Pertenece a las tribus nómadas del Oriente que vivían en el desierto, al sur del Mar Muerto. Vinieron de Seír de Edom, y también ellos se establecieron en las estepas y en las regiones montañosas de Canaán.

- Los campesinos nativos de Canaán, explotados y oprimidos alrededor de las Ciudades-Estados, inconformes y rebeldes. Se retiraron hacia las regiones más aisladas de las estepas y montañas, uniéndose a los otros tres grupos: abrahánico, mosaico y sinaítico.

A medida que crecían, se organizaban y adquirían vida propia, fuero descendiendo poco a poco y ocupando las planicies y las ciudades, hasta llegar a formar un gobierno propio y autónomo, alrededor del año 1030 a.C., como veremos más adelante.

Contexto histórico de la región de Canaán en la formación del pueblo de Israel: grandes imperios la dominaban

La región de Canaán era dominada por los egipcios durante el Medio (2030 – 1720 a.C.) y gran parte del Nuevo Imperio Egipcio (1552 – 1070 a.C.). Sin embargo, Egipto perdió la hegemonía sobre la región de Canaán a favor de los hurritas y los hicsos (1720 -1070 a.C.) por un periodo de 200 años. En este periodo, Canaán se volvió internacionalmente conocida. Los hicsos fortificaron muchas ciudades, construyeron otras e implantaron el sistema deCiudades-Estados cercadas por una muralla de protección, al abrigo de la cual había las dependencias del rey, de los nobles, del ejército y de los caballos de guerra. Al exterior de la muralla y alrededor de ella estaban las aldeas de los campesinos.

Los faraones consiguieron restaurar el poder egipcio en la región de Canaán el año 1552 a.C., con el inicio del nuevo imperio. En el reinado del faraón Amenofis IV (1372 – 1354 a.C.) hubo nuevamente un declinar de este poder en la región. Una prueba de esto se encuentra en las cartas enviadas al faraón egipcio, asentado en la ciudad de Tell el-Amarna. Eran correspondencias enviadas por los reyes de las Ciudades-Estados de Canaán: pedían ayuda al faraón y reclamaban por las invasiones de bandos armados y por las intrigas entre los reyes. El declive del poder egipcio favoreció el dominio hitita en el área. A un alto costo Egipto consiguió controlar militarmente la región. La perdió definitivamente en el año 1.200 a.C., aunque en periodos posteriores continúo a ejercer su influencia política sobre la región.

El pueblo intentaba resistir al control político y a la represión: los faraones a través de los reyes de las Ciudades-Estados, controlaban la región de Canaán. Dominaban de una forma muy violenta por medio de saqueos de guerra, tributación, y control de rutas comerciales. La población cananea se oponía y resistía a ese dominio.

Había en las planicies muchas Ciudades-Estados, cuyos nombres son muy conocidos por medio de los escritos que llegaban al faraón en la ciudad de Tell el-Amarna en Egipto. Entre ellas se hallan citadas las ciudades de Meguiddó, Azor, Sunem, Jerusalén, Siquem y muchas otras. La propia Biblia cita el nombre de muchas de esas Ciudades-Estados. Los reyes de las Ciudades-Estados no tenían el control de las montañas, de Efraín y de Judá, donde se encontró gran parte de los israelitas.

Los habitantes de Canaán descendían de varios pueblos diferentes: la localización de Canaán favoreció una gran diversidad de pueblos que se estableció en la región. Sirvió de lugar de tránsito para las caravanas comerciales y también para los ejércitos en sus campañas militares. Unía a tres continentes: Europa, Asia y África. Aún así, hay en él una predominancia de pueblos semitas. En los escritos bíblicos hay referencias a Canaán y a los cananeos (Gn 12, 6; 13, 7). Con los cananeos compartían la misma tierra diversos otros pueblos: hititas, amorreos, perizitas, jivitas y Jebuseos (Ex 3, 8). El libro de los Números confirma la presencia en Canaán de los hititas, amorreos y jebuseos, y los sitúa en la región de las montañas; de los amalecitas, en la región del Negueb; de los cananeos, en la franja marítima y a lo largo del Jordán (Nm 13, 29). Mas tarde, alrededor del siglo VII a.C., los cananeos ocuparon también las planicies (Jos 5, 1; 11, 3). Después del exilio, el nombre de “cananeo” pasó a designar al “fenicio” como sinónimo de “comerciante” o “mercader” (Is 23, 8; Ez 16, 29; Za 14, 21). De hecho, los fenicios eran famosos a causa del comercio de la púrpura.

El pueblo de Israel surgió entre una multiplicidad de pueblos oriundos de regiones diferentes. Nació del grupo de campesinos de las Ciudades-Estados, de los pastores descendientes de los patriarcas, de los fugitivos de Egipto y de los beduinos de Seír Edom. Según Josué y Jueces, la montañas fueron el lugar donde esos grupos se establecieron inicialmente (Jos 17, 15; Jue 1, 19).

Para complementar:
Leer Ex 1, 8-14; 3, 7-10
- ¿Que relación tiene con el tema visto?
- ¿Cuáles son las señales de la acción de Dios, hoy, entre los grupos excluidos, débiles, oprimidos? - ¿He vivido yo situaciones de opresión y debilidad?¿He logrado encontrar en estas situaciones la presencia de Dios?

viernes, 5 de septiembre de 2008

EL PUEBLO DE LA BIBLIA NARRA SUS ORIGENES

Los cuatro temas que vamos a desarrollar en esta unidad, le ayudarán a usted a descubrir cómo el pueblo de la Biblia se formó, entre las luchas y las conquistas de aquellos que formaban parte de los grupos iniciales.

EL NOMBRE DEL PUEBLO RETRATA SU HISTORIA

En este primer tema se hace un paralelismo entre la formación del pueblo colombiano y la formación del pueblo de Israel. Aunque exista una gran distancia en el tiempo y en el espacio, una historia ayuda a conocer y entender la otra.

Israel y Colombia revelan en sus nombres la grandeza y la fuerza del pueblo que forma sus orígenes. Tienen historias marcadas por la lucha de una vida digna y justa.

El pueblo de la Biblia, en el transcurso de la historia, recibió diferentes nombres: hebreo, israelita (Israel), judío y otros. El nombre que más aparece en la Biblia es “Israel” o “hijos de Israel” (Gn 35, 10; 32, 28-29; 46, 5); surgió con la formación del pueblo. Este nombre se compone de dos palabras de la lengua hebraica: sará, que significa “luchar”, y el, “dios” o “divinidad”. En Gn 32, 28-29 y 35, 10 leemos que Dios cambió el nombre de Jacob por el de Israel. Al traducir literalmente la palabra “Israel”, tenemos “Dios luchará” o “que Dios se muestre fuerte”, visto que Jacob, según Gn 32, 25-30, había luchado vivamente con Dios y la había vencido, conquistando su bendición. El nuevo nombre dado a Jacob caracterizaría no sólo la vida de él en la lucha por conquistar la bendición, sino también la lucha de todos sus descendientes, o israelitas, por la bendición de la tierra, la descendencia y de un gran nombre (Gn 28, 13-17).

Cada pueblo trae en el nombre un poco de su historia. Así el nombre dado a Colombia. Nos calificó como pueblo colombiano. El nombre “Colombia” fue…

Israel y Colombia constituyeron dos pueblos formados en épocas distintas, ambos con grandes diferencias geográficas y culturales y, al mismo tiempo, con algunas semejanzas. El pueblo de Israel, a partir de las migraciones semitas amorritas hacia Canaán hasta el reinado davídico, demoró cerca de 800 anos para construirse como nación, con su territorio, sus jefes, su organización y sus tradiciones familiares, sociales y religiosas consolidadas.

El pueblo colombiano, con su mezcla de razas (indios, blancos y negros) presentan ya otro tipo de formación: después de muchos años de presencia indígena en nuestro territorio, y después de más de 500 años de la llegada de los españoles, y finalmente después de la independencia, Colombia se ha consolidado como nación.

La historia de dos pueblos – israelitas y colombianos – como la de todos los demás, es de mucha lucha, sufrimiento, conquistas y, a veces, de mucha sangre. Son historias del pueblo de Dios, de ayer y de hoy. Nuestra historia y la del pueblo de Israel, al igual que la de todos los pueblos, son historias sagradas. Todos construyeron su historia en busca de libertad, autonomía y mejores condiciones de vida. Su hubo sufrimiento para quien inició la historia, es igualmente difícil para quien va a reconstruirla.

La historia de Colombia ayuda a comprender la historia del pueblo de la Biblia: en la reconstrucción de la historia de un pueblo surgen muchas dificultades, que no siempre son resueltas. Los motivos son numerosos: la distancia en el tiempo, la lengua, los recursos materiales, las fuentes, etc.

Mucho antes de que los españoles pisaran suelo colombiano (1492 d.C.) aquí ya vivían los indios. Ellos no escribieron su historia en papel, pero dejaron pinturas en las cavernas, objetos de arte, utensilio domésticos y rituales, etc. Ellos también contaban para sus hijos la historia de su pueblo.

La historia del pueblo de la Biblia comenzó hace 3.500 años. Muy pocas personas sabían leer y escribir en aquella época. El material usado para escribir era muy raro. Hoy la mayoría de las personas saben leer y escribir y tiene fácil acceso a papel, lápiz, lapicero, máquina de escribir y computadora. En aquel tiempo no era así. El papiro y, más tarde, el pergamino, era usado tan sólo una élite. La lengua hebrea no estaba aún formada. Se formando poco a poco. ¿Cómo conocer entonces la historia del pueblo de la Biblia si fue vivida hace tanto tiempo, con innumerables dificultades y poco material documentado? Alguien podría preguntar: los propios Abraham, Isaac y Jacob, ¿existieron? ¿Cómo tener la certeza de eso? Estos patriarcas son aceptados y venerados por judíos, cristianos y musulmanes. Ellos están en el origen de la fe histórica del pueblo de Israel. Lo que sabemos respecto de ellos sólo nos vino por medio de la Biblia. No tenemos otros documentos de la época que podamos confrontar con la Biblia. Es una historia compleja.

Recordar nuestras raíces históricas puede ayudarnos a comprender mejor la historia del pueblo de Israel, teniendo presente que la historia del pueblo colombiano no es muy diferente de la de otros pueblos latinoamericanos y del caribe. Para ello te invitamos a responder las siguientes preguntas.

¿Quiénes fueron los primeros que llegaron a Latinoamérica? ¿Qué encontraron? ¿Cuál era su principal interés? ¿Quiénes fueron los primeros hijos de la tierra? ¿Qué grupos humanos forman el pueblo colombiano?

Indios, blancos, negros y esclavos, de orígenes, etnias, tradiciones culturales y religiosas diferentes, construyeron el pueblo colombiano. Son riquezas que se sumaron y hoy continúan sumándose a otros pueblos sobre el mismo suelo. Otros europeos (alemanes, italianos, polacos…) y también asiáticos (japoneses, chinos, coreanos…) vinieros a enriquecer la cultura y la raza colombiana. Hay mucho en común con la historia del pueblo de Israel. Los indios y los negros integrantes del pueblo colombiano marginados y esclavizados como los grupos que formaron el pueblo de la Biblia. También ellos vivían la misma condición social de exclusión. Intereses comunes hicieron que se uniera en la misma lucha.

La preocupación por los orígenes: el pueblo de la Biblia no tenía, para registrar su historia, los medios que hoy nosotros tenemos. No tenía papel, ni lápiz, ni pluma, ni mucho menos grabadora, máquina fotográfica, filmadora e Internet. Las personas tenían mucha memoria, y gustaba de contar historias. Al inicio, la manera como ellos contaban sus historias era por medio de cuentos o narraciones que pasaban de padres a hijos, de generación en generación. Cuando apareció la escritura del hebreo y el aramaico, esas narraciones fueron siendo registradas poco a poco, hasta formar la Biblia que hoy conocemos.

¿Cuándo habría sido que el pueblo de la Biblia comenzó a preguntarse: ¿Quiénes son nuestros antepasados? ¿Cuál es nuestro origen? ¿De qué pueblo nacimos? Estas preguntas no surgieron desde un comienzo, sino mucho más tarde. Surgieron sobre todo cuando el pueblo no tenía ya reyes ni templo, y gran parte de él estaba fuera de su tierra. Vivian como exiliados en Babilonia. Esto sucedió hace más de 2.500 años. En aquel tiempo un grupo de estudiosos, sacerdotes la mayoría de ellos, tuvo la preocupación de escribir y explicar los orígenes de su pueblo.

Una mirada hacia atrás: todo pueblo tiene su historia, por más difícil que sea reconstruirla. Muchos autores de la Biblia, en épocas diferentes, intentaron reconstruir la historia del pueblo de Israel y dar una respuesta a las preguntas sobre sus orígenes. El grupo de los sacerdotes, en el exilio de Babilonia, trató responder a esas preguntas en la forma de una historia familiar, por medio de listas de genealogías, que se encuentran en el libro del Génesis. Ellos atribuían el origen de la humanidad a partir de una única pareja (Gn 1, 1-2, 4 a), común a todos los clanes, tribus y pueblos, después del diluvio.

Según el grupo sacerdotal, toda la humanidad, las aves, los animales domésticos y todos los que pululaban sobre la tierra (Gn 7, 21) habría muerto en el diluvio, excepto Noé, sus tres hijos – Sem, Cam y Jafet – sus nueras, y los animales que entraron en el arca (Gn 9, 1; 10, 1-32). Fue como si, en ellos, Dios hubiera renovado su acto creador. Noé y sus hijos dieron origen a la nueva humanidad que pobló la tierra (Gn 9,1). Leyendo con mayor atención los textos, percibimos que los descendientes de Jefet (Gn 10, 2-5) llevan el nombre de los pueblos que habitaban parte del Asia Menor y las islas de Mediterráneo. Los descendientes de Cam (Gn 10, 6-20) ocupaban los países del sur: Egipto, Etiopía, Arabia y Canaán. Los descendientes de Sem fueron los elamitas, los asirios y los arameos, que ocupaban la mayor parte de Asia (Gn 10, 22-31). Concluimos entonces que esa no es la historia de una familia, en la que se sucedieron generaciones, sino más bien la historia de una agrupación de pueblos con orígenes diferentes.

Según la genealogía del Génesis, los israelitas son descendientes de Sem (Gn 11, 10-32). Abraham forma parte de esa descendencia y es considerado el padre o patriarca del pueblo de la Biblia. A partir de él, con él y por medio de su descendencia, se originó la diversidad de los pueblos cuyos nombres eran atribuidos a sus descendientes. Por ejemplo, uno de los hijos que Abraham tuvo con Queturá se llamó Madián (Gn 25, 1-2), que dio al parecer origen a los madianitas, nombre de una población que vivía cerca del golfo de Ácaba, conocida como Madián. Y así los demás hijos y descendientes dieron origen a otros pueblos de la región. Cuando la lista de los pueblos se tornaba compleja y demasiado larga, el autor bíblico atribuía al mismo patriarca o a miembros de sus familias diversas mujeres, cuyos hijos dieron origen a esos pueblos (Gn 22, 20-24; 25, 1-4) ¿Cuál era la preocupación que estaba en el origen de estas narraciones? El autor bíblico, al atribuir nombres de los pueblos a la descendencia de Abraham, quiso, a partir de un tronco común, afirmar la unidad de esos diversos pueblos dispersos. Quiso incluso garantizar, en esa unidad, la primacía de los israelitas, como pueblo elegido por Dios. De Sem, hijo de Noé, tuvieron origen Abraham, Isaac, Jacob (Israel) y todos sus descendientes que dieron origen al pueblo hebreo, israelita o judío: tres nombres diferentes para hablar de un mismo pueblo; éste, en momentos diferentes de su historia, recibe preferentemente uno de esos nombres.

¿Cuál habría sido la verdad de los hechos?: es muy difícil responder a esta pregunta. Un gran número de estudiosos, hoy, observa que el tiempo que abarca las narraciones patriarcales es muy largo: cerca de 600 años, desde el año 1800 al año 1200 a.C. También la extensión geográfica que los descendientes de los patriarcas habrían ocupado es muy grande, o sea, casi toda el Asia. Por ello, estos estudiosos hallan imposible que se trate de una genealogía o historia familiar. Ellos afirman que el sistema genealógico está limitado a explicar determinados movimientos y migraciones históricas de pueblos. Muchos creen que la formación de esos diversos grupos tuvo origen en el conflicto interno que hubo entre las tribus arameas y que las habría obligado a dispersarse por toda Asia. La Biblia justifica la dispersión de los grupos (Gn 10, 32) como una forma de concretización de la bendición que Dios dio a Noé y a sus hijos (Gn 9, 1)

En las genealogías, el número de hijos de una persona es generalmente de 6 o 12. La presentación de los grupos en número 6 o 12 puede indicar la fase final de su formación. Así, los 12 hijos de Jacob (Gn 35, 22-26) no vivían juntos desde el inicio, sino que por caminos diferentes encontraron una forma de resistencia común, formando “una familia”.

Abraham, Isaac y Jacob ¿no eran de verdad parientes?: los lazos de la fe son más fuerte que los lazos de sangre. Fueron estos lazos los que unieron las historias de Abraham, Isaac y Jacob. Es imposible aceptar el parentesco entre ellos. La importancia dada a estos patriarcas reside en su excepcional relación con la divinidad, ligada a los lugares sagrados. El nombre de Abraham está ligado al santuario de Siquem (Gn 12, 6-7), en la sierra de Efraín (tribus de Benjamín), y al santuario de Manbré, junto al Berseba (Gn 13, 14-18), en la sierra de Judá (tribu de Judá). La tradición sobre Isaac está ligada al santuario de Berseba (Gn 26, 23-25) al sur de la sierra de Judá (tribu de Simeón); y, la tradición de Jacob, al santuario de Betel (Gn 28, 10-22), en la sierra de Efraín (tribu de Efraín). En cada uno de esos lugares Dios se le aparece al respectivo patriarca, asumiendo una relación de posesión o pertenencia, indicada con la preposición de-el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob-y en esos lugares cada patriarca erige un altar que posteriormente se transformará en un santuario.

Todo indica que las tradiciones acerca de los patriarcas no nos permiten hacer una exposición histórica sobre ellos en la forma de una biografía. Su función en el Génesis es la de precursores y padres del futuro pueblo de Israel.

El credo histórico de Israel: el credo histórico de Israel, en el Deuteronomio (Dt 26, 5b-9), se refiere a la complejidad de la formación de este pueblo. En él se declara el origen arameo de los patriarcas y se insinúa el problema del seminomadismo, al identificarlos como “un arameo” (Dt 26, 5b) en las estepas. Las preguntas que nacen, entonces, son: ¿por qué los grupos del Génesis, genealógicamente independientes, han sido colocados en una relación de dependencia de un patriarca jefe? ¿Quiénes fueron los patriarcas?

Los tres patriarcas Abraham, Isaac y Jacob difícilmente habrían sido tan sólo invenciones literarias, y, por otro lado, es imposible considerarlos en una relación de parentesco como los presenta la Biblia ¿Cuáles, entonces, las salida más acorde con los hechos? Para muchos estudiosos, la importancia de estos patriarcas está en el papel que ejercieron conforme a los relatos que hablan de su relación excepcional con Dios, ligados a los lugares sagrados de Canaán.

Los patriarcas, según las narraciones bíblicas llevaban una vida seminómada, dentro del área más o menos limitada. No eran propietarios de tierras, vivían en las estepas o en el desierto. Abraham vivía en Hebrón y Mambré. Isaac parece que se encontraba en los desiertos del Sur (Berseba). Jacob vivió en la Mesopotamia superior, desde la Transjordania, junto con Yabboq, y en Betel, en el centro de Canaán. En cada uno de esos lugares Dios se les aparece al respectivo patriarca.

Los relatos más importantes giran alrededor de los lugares donde se encontraban los santuarios. Por ejemplo, las tradiciones de Siquem influyeron en las narraciones bíblicas sobre Abraham (Gn 12, 6-7); las de Betel, sobre Abraham y Jacob (Gn 12, 8; 28, 10-22); las de Berseba, sobre Isaac (Gn 26, 23-25). Estas narraciones quieren mostrar un establecimiento o fijación gradual de las diferentes tribus en Canaán. Las planicies ya estaban pobladas; la solución fue la de ocupar los espacios vacíos, en las estepas y en las montañas.

Con frecuencia encontramos en los textos la formula: “el Dios del país” o “el Dios de Abraham, o “el Dios de Isaac” o “el Dios de Jacob”. Con estas expresiones, el autor quiere infundir la fe en la divinidad y evidenciar la historicidad de la personalidad. La sedentarización de los patriarcas y de sus descendientes es legitimada por la divinidad propia del país y de sus instituciones ligadas al culto. El “Dios de…” fue identificado posteriormente como el “Señor” (Adonai), designado con la palabra YaHWeH)

Como ya dijimos, las tradiciones acerca de los patriarcas no nos permiten hacer una exposición histórica sobre ellos en forma de una biografía. Su función en el Génesis responde al papel de grandes precursores, de “primero padres” del futuro pueblo, a los cuales fue vinculado mucho después el culto al Señor. Pero no fue así desde el inicio.

En las narraciones de los patriarcas, son muy características las promesas de Dios, y los textos que se refieren a ellas fueron configurándose gradualmente. Al comienzo, fue hecha a Abraham la promesa de un gran pueblo, de la bendición de Dios y de un gran nombre (Gn 12, 2); seguidamente viene la promesa de la tierra a la posteridad de Abraham (Gn 12,7; 13, 14-17; 15,18), cuya delimitación territorial sólo es alcanzada en el tiempo de David. La promesa de una tierra “que mana leche y miel” sólo aparecerá en Moisés (Ex 3, 8). No queda claro si los patriarcas vivían y obraban teniendo ya en vista una comunidad de carácter religioso y nacional.

Desde el punto de vista histórico, las tradiciones patriarcales no nos permiten descubrir sino fases iniciales de una ocupación de la tierra y de numerosos problemas por parte de grupos arameos aislados y desconocidos. No deja de ser significativo el hecho de que el nombre de Israel haya sido vinculado a la época de los patriarcas por medio de Jacob, quien recibe ese nombre en la lucha con Dios (Gn 32, 23-33). Jacob, según la tradición bíblica, es el padre de 12 hijos, que dieron nombre a las 12 tribus de Israel. La única información extrabíblica que tenemos sobre Israel, en ese periodo, es la de la estela de Mernaptah.

El pueblo de Israel revive la historia a partir de la experiencia de Dios: el pueblo de Israel narra su historia a través de su credo histórico, que era una especie oración repetida de generación en generación, en las principales fiestas y asambleas religiosas (Jos 24, 2-13). La historia es recordada en los himnos (Sal 105; 135; 106; 136) que son cantados y rezados. El contexto es de alabanza a Dios por su presencia y acción en medio del pueblo. Son momentos importantes en los cuales se revela la relación histórica del pueblo de Israel con Dios. Cada israelita, en diferentes épocas y situaciones, asumió esa experiencia como suya y se identificó con ella.

La manera como los israelitas narran su historia es diferente de la manera como nosotros narramos la nuestra. Ellos no separaban fe y vida. En la vida proclamaban la fe, y en la fe celebraban los acontecimientos de la vida. Esa experiencia es la que da sentido a la historia. Cuando alguien nos cuenta un hecho, nace en nosotros el deseo de preguntar: ¿Es verdad? ¿Sucedió de verdad? Para nosotros, tiene valor el hecho que sucedió. Más aún, para probar la autenticidad de la palabra, del hecho o del juramento, es necesario registrarlo donde el notario, con nombre, apellido, lugar, fecha y detalles. Nosotros con cierta frecuencia separamos fe y vida, pasado y presente. Ellos no. Hablar de fe es hablar de vida, del pasado y del presente. No era posible hablar del pasado sin incluir el presente, y viceversa. Para ellos, no había dificultad en hablar de instituciones, costumbres y prácticas religiosas del presente y proyectarlas hacia atrás, en el pasado. Esto sucedía frecuentemente.

En el Éxodo, leemos acerca de la esclavitud y la liberación, y tenemos la impresión de que todos los grupos hicieron la misma experiencia. Pero no fue así. Ella fue vivida por un pequeño grupo, el de Moisés. Sin embargo, la experiencia de este pequeño grupo se volvió fundamento y confesión de fe, como si hubiese sido vivida por todos los grupos. Fue asumida por los pastores seminómadas, por los beduinos de Seir y por los agricultores que se revelaban contra la opresión. La dificultad está en determinar el momento exacto en que los israelitas se constituyeron como un pueblo, como una nación.

Historia de Israel: una mirada nueva a los hechos: la historia de Israel es como la de cualquier pueblo. Lo que varía es la manera de mirar, interpretar y narrar los acontecimientos. Es lo que llamamos “relecturas”. Al narrar un hecho distante del pasado, Israel lo reviste de un significado. Así la narración de un hecho que viene a responder a una necesidad litúrgica y catequética se torna más importante de lo que es el hecho en sí, porque el valor está en la celebración y en la catequesis, y no en el hecho en sí.

Para entrar en esta óptica de lectura de la Biblia, es necesario hacer una distinción entre lo que es “exacto” y lo que es “verdadero”. “Exacto” es todo aquello que podemos ver, tocar, probar concretamente por medio de fotografías, de microscopios y de otras maneras. Mientras que “verdadero” es todo aquello que trae vida y dantismo, y genera lo nuevo en la vida de las personas y de la sociedad, aún no habiendo pruebas concretas. Esta reflexión nos permite formular una pregunta: ¿Es exacto el modo como la Biblia narra, por ejemplo, la creación del mundo en siete días, o la creación del hombre y de la mujer?

No. No es “exacto”, porque la Biblia no es un libro científico. Pero es verdad lo que la Biblia afirma acerca de la creación del mundo, del hombre y de la mujer, porque narra como el pueblo de Israel vio y vivió, a través de sus antepasados, su relación inicial con Dios. Narra la experiencia que ese pueblo vivió, y de esa manera testimonió el sentido de la comprensión de su veracidad.