sábado, 23 de mayo de 2009

DE LA FÉ Y DE LA ESPERANZA DEL PUEBLO, NACE LA BIBLIA


Los escritos nacen como luz en medio de la oscuridad en que vive el pueblo. El desánimo y la falta de esperanza rodean sus vidas. Muchos profetas intentan reanimarlo. Leer Isaías 62, 2-4.


ESCRITOS BÍBLICOS DEL PERIODO PERSA: 538-445 a.C.



Levítico 1 – 7; 11 – 16: el deseo de comunión con Dios.

Una parte del libro del Levítico fue escrito en el periodo del exilio, por un grupo de sacerdotes cuyos escritos fueron llamados Tradición Sacerdotal. Este grupo continuó poniendo por escrito tradiciones muy antiguas sobre el ritual de los sacrificios. En la primera fase del post-exilio surgieron los Cap. 1 – 7 y, probablemente los Cap. 11 – 16.


Los Cap. 1 – 7 hablan de diversos tipos de sacrificios que eran practicados desde el inicio de la historia del pueblo. Estos sacrificios se dividen en tres categorías:

1. Los sacrificios de ofrenda: son los holocaustos de animales (Lev. 1), ofrendas de vegetales, productos de la tierra (Lev. 2); que incluye primicias (Lev. 2,12.14; Dt. 26, 1-11).

2. los sacrificios de Comunión, que son también llamados sacrificios de la paz o de la alianza (Lev. 3).

3. los sacrificios de expiación: son los ofrecidos para compensar pecados y reparar faltas (Lev. 4-7).


Los Cap. 11-16 del libro del Levítico son probablemente de este periodo y tratan de las reglas sobre lo puro y lo impuro, que se basaban en principios muy antiguos. Puro es todo aquello que puede acercarse a Dios. Impuro es todo aquello impropio y excluido del culto a Dios. Los animales puros son los que pueden ser ofrecidos a Dios y los impuros le son desagradables. Incluye también el elenco de diversas impurezas que impiden al ser humano entrar en contacto con Dios (Lev. 11 - 15), y finalmente, presenta el gran día de la expiación de los pecados (Lev 16).


Ageo: la lectura mesiánica de la historia.

Ageo dejó escrito el libro que lleva su nombre, y retrató en el la situación de los primeros tiempos del post-exilio y la motivación para que el pueblo retomara la reconstrucción del templo (Ag 1,1-15), que había interrumpido la oposición de los samaritanos (Esd 4,1-5).


Ageo presenció la disputa por el poder después de la muerte de Cambises y los primeros años de inestabilidad política de Darío I, que afectaron a Jerusalén. Ageo intentó interpretar para el pueblo los signos de los tiempos: la pobreza y las malas cosechas son una censura para la pereza espiritual de los repatriados. Da una “sacudida” al pueblo que parece estar durmiendo, solo preocupado de si mismo (Ag 1,9), y no se anima a la reconstrucción de la casa del Señor: solo así las bendiciones se multiplicaran y el pueblo podrá finalmente abrirse a la salvación definitiva.


La inestabilidad de las naciones es ya el preludio del Día del Señor (Ag 2,21-22). La salvación está cerca, pues Ageo ha visto en Zorobabel el portador de las esperanzas mesiánicas. El profeta veía realizarse dos expectativas del pueblo: la recontracción del Templo y el regreso del rey Mesías descendiente de David.


Zacarías 1-8: la nueva comunidad de Israel.

El libro está formado por ocho narraciones de visiones, dos oráculos y algunas predicaciones. Están redactadas en primera persona y describen anticipadamente la restauración definitiva de la comunidad de Israel. Las primeras tres visiones (los jinetes, los cuernos y los herreros, y el medidor) presentan las fases preparatorias de la restauración mesiánica. Las dos visiones centrales (las vestiduras de Josué y el candelabro y los olivos) hablan sobre el gobierno de la nueva comunidad. Las tres últimas visiones (el libro que vuela, la mujer dentro de la medida y los carros) evocan las condiciones de la restauración final. Dos oráculos están a favor del “Germen” mesiánico, Zorobabel, aunque su lugar al lado del sumo sacerdote Josué sea modesto (Za 3,8-10 y 4,6b-10a). El Templo, el sumo sacerdote, el culto y la ley van teniendo las facciones de la religión que llegó hasta Jesús.


Isaías 56-66: Dios es fuente segura de salvación.

Ya tuvimos oportunidad de conocer al Primer Isaías, conformado por los capítulos 1-39; su autor es desconocido y anterior al exilio. Los capítulos 40-55 pertenecen al Segundo Isaías del tiempo del exilio, y los capítulos finales del 56-66 se atribuyen al Tercer Isaías del posexilio, periodo persa.


El Tercer Isaías enfrentó algunos problemas frente a la realidad que encontró en Judá. Quería reconstruir un pueblo unido y santo, y se encontró con una profunda crisis de esperanza, porque el templo apenas tenía la piedra fundamental; los muros estaban destruidos y había conflictos externos con los samaritanos e internos con los habitantes de la tierra. Esta situación generó gran desánimo. Isaías, por un lado, denuncia el pecado como un obstáculo para la llegada de la salvación y, por otro, reafirma la fidelidad de Dios como fuente segura de salvación.


El profeta quiere acabar con los idólatras que buscan apoyo en los falsos dioses y se entregan a prácticas tales como sacrificios humanos, prostitución sagrada, uso de animales impuros para el sacrificio (65,4;66,3,17), necromancia (65,4), veneración de Melek (57,9), de Meni y de Gad, pretendidas divinidades (65,11). Denuncia la impotencia de los falsos dioses, incapaces de salvar, y anuncia el poder del verdadero Dios, el juicio es inevitable.


Ante Dios fiel para amar, poderoso para salvar, infalible para juzgar, todos los hombres están invitados a acogerlo; para aquellos que lo hagan, habrá motivos de alegría, y para quienes se nieguen, habrá desgracia. Para Isaías, acoger a Dios significa acoger al otro como hermano; amar a Dios significa amar al prójimo y viceversa. Moral y religión son inseparables.


Joel: el pueblo nuevo tendrá en Jerusalén un paraíso.

Joel, en hebreo, significa “el Señor es Dios”. Poco conocemos sobre este profeta, apenas que es hijo de Fatuel (Jl 1,1). El libro que lleva su nombre se sitúa normalmente en el post-exilio, y está lleno de rasgos apocalípticos. Es pequeño, tiene solo cuatro capítulos y puede presentarse en dos partes. La primera presenta la invasión destructora de las langostas. Hay diversas interpretaciones de esta calamidad, pero todas afirman que se trata de una señal de Dios que llama al pueblo a una liturgia penitencial. Otros creen que más allá de las langostas, se habla de una sequía prolongada, de la invasión militar y de la manifestación del “Día del Señor”. La situación provocó una liturgia penitencial de lamentación y de súplica (1,2-2,17), a la que el Señor, respondió prometiendo el final de la plaga y un tiempo de abundancia (2,18-27). La segunda parte habla del Día del Señor, cuando Él juzgará a las naciones y con Israel triunfará sobre sus enemigos y su victoria será definitiva (3-4). Hay una unidad en el vocabulario, en el estilo y en la temática. “El Día del Señor” aparece en ambas partes: 1,15; 2,1-2,10-11; 3,3-4; 4,14.


La catástrofe de la plaga de langostas muestra que la calma terminó y todo esta recomenzando, pero esta vez para llevar a la salvación definitiva. Israel será purificado y las naciones juzgadas (2,10-17; 4,1-3). La conversión interior (2,13) obtiene el perdón y permite la efusión del Espíritu. Este hace nacer un pueblo nuevo que vive en Jerusalén (2,27; 4,17), transformada en un paraíso (4,18-21).


Salmos 4;10; 22; 23; 50; 77; 78; 83; 105-107; 126.

Muchos salmos presentan entre si semejanzas de estructura, de situaciones y de temáticas; esto no significa que hayan surgido necesariamente en un determinado contexto, época y circunstancias. Es muy difícil tener certeza, porque reflejan situaciones humanas que se repiten en contextos diferentes, tanto a nivel personal como colectivo. Para facilitar el estudio de los salmos, podemos clasificarlos en tres grandes grupos: salmos de alabanza; salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de gracias; y salmos de instrucción. Los salmos que probablemente surgieron en este periodo pertenecen al segundo y tercer grupo.


Los salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de gracias

Entre los salmos de petición, podemos ubicar los salmos 22, 83 y 126. El salmo 22 es una plegaria individual de lamentación de un inocente perseguido: “perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, se reparten entre si mis vestiduras y se sortean mi tunica” (Sal 22,17). A pesar de todo el dolor y sufrimiento, el salmista termina con la acción de gracias por la liberación alcanzada, porque Dios es fiel a quienes lo temen (vv. 23-27). Es un poema muy cercano al siervo sufriente de Is 52,13-53,12. Considerado un salmo mesiánico, fue aquel que, en su inicio rezo Jesús en la cruz (Mt 27,46).


Los salmos 77, 83 y 126 son oraciones colectivas de petición de auxilio contra los pueblos vecinos, enemigos de Israel, y también muestran la alegría de vuelta del exilio. Este retorno prefiguraba la llegada de la era mesiánica.


Los salmos 4 y 23 son de confianza y de gratitud a Dios, porque solo de El viene la felicidad. El salmo 23 es muy conocido y presenta a Dios como el buen Pastor y anfitrión que ofrece el banquete mesiánico.

Los salmos 10 y 107 son oraciones individuales de acción de gracias por los beneficios recibidos. El fiel subía al Templo acompañado de parientes y amigos para cumplir las promesas. El salmo 107 presenta un himno de acción de gracias por los beneficios de la providencia, inspirado en el Segundo Isaías. El salmo habla del éxodo (vv. 4-9), del socorro divino a los que sufren (vv. 17-22) y a los que viajan por el mar (vv. 23-32).


Salmos de instrucción

Los salmos de instrucción tienen en común la preocupación de enseñar con los hechos de la historia. Traen exhortaciones a manera de los profetas, amonestaciones litúrgicas y reflexiones sapienciales. Los salmos 78,105 y 106 recuerdan largamente la historia sagrada, los patriarcas, la promesa y la Alianza que Dios hizo con los antepasados. Recuerda también el éxodo precedido y acompañado de maravillas, el camino por el desierto, la revelación del Sinaí y la posesión de la tierra como herencia. Los salmistas no solo recuerdan los hechos, sino que revelan sus significados e invitan a traducirlos en actitudes prácticas, como lo enseña el Deuteronomio.

El salmo 50 tiene el estilo de las exhortaciones proféticas. Dios viene para juzgar a Israel y se revela contrario al formulismo de los sacrificios unido al desprecio por los mandamientos.


ESCRITOS EXTRABÍBLICOS


Papiros de Elefantina

Los escritos extrabíblicos mas conocidos de la época son los papiros de elefantina. El más antiguo de la colonia de Elefantina es del 495 a.C.; del año 27 del gobierno de Darío I, y el más reciente es del 1 de octubre del 399 a.C. El contenido de los documentos es muy heterogéneo. La mayoría de ellos es de carácter jurídico privado: contratos matrimoniales, transmisión de propiedades, préstamos y liberación de esclavos. Son documentos muy importantes porque nos revelan un poco la vida de los judíos que vivían allí en esa época.


Los judíos probablemente se instalaron en esta localidad cuando Jerusalén fue invadida por Babilonia, en el año 587 a.C. (Jr 42-45). Muchos huyeron para escapar de represalias, y es muy probable que esta colonia haya sido fundada por los judíos que se refugiaron y, mas tarde, formaron, prioritariamente, una colonia militar de judíos aposentados, que cuidaban las fronteras del sur de Egipto. Mantenían contactos con su tierra de origen, de la cual provenían los dirigentes del culto. Tenían un templo propio, conocido como templo israelita, que fue destruido en el 410 a.C. Por instigación de los sacerdotes de Egipto en complot con el gobernador, aprovechando la ausencia momentánea del sátrapa.


Poco después, el Templo fue reconstruido, con el apoyo del gobernador de Jerusalén y Samaría. En él no había holocaustos, pero si ofrendas de alimento e incienso. Darío II había autorizado, en el 419 a.C; la fiesta de Matzot (es decir, los panes ázimos; cf. Ex 12). No se sabe como terminó la colonia judía en Elefantina: si fue transferida a otro lugar o si no hubo ya más migraciones de judíos. El ultimo documento conocido data del 399 a.C.

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