sábado, 8 de agosto de 2009

DIOS ACTUARA TRAYENDO LA PAZ


Simón fue el último hijo del sacerdote Matatías. Juan Hircano, su hijo, lo sucedió en el poder; continuando la dinastía que llega hasta el año 40 a. c., con Hircano II. Con el permiso de Roma desde el año 63 a. c., el gobierno de Judea se había convertido en una concesión. Los escritos bíblicos de este periodo tienen un cuño apocalíptico.

Dinastía de los Asmoneos: 134 - 37 a.C.

Simón Macabeo comenzó una nueva época. Recuperó la independencia de Jerusalén y de Judea. Conquistó Jerusalén, que se había vuelto casi en un símbolo de la potencia seléucida en medio del pueblo judío. Se convirtió en fundador de una nueva dinastía: los Asmoneos. El nombre "asmoneo" es de origen hebreo y fue dado por Flavio Josefo a los descendientes de Simón Macabeo. Los Asmoneos mantuvieron el poder supremo sobre Judea, desde la muerte de Simón (134 a.C.) hasta la conquista de Jerusalén por Herodes el Grande, en el 37 a.C. Esta dinastía prosperó hasta Alejandra Salomé en el año 67 a.C. Luego se dividió en dos facciones rivales: de un lado Hircano II y, del otro, Aristóbulo n. Hircano II comenzó a gobernar en el 67 a.C., pero fue depuesto por Aristóbulo Il, que tomó el poder y gobernó del 67 al 63 a.C. Pompeyo depuso a Aristóbulo II y nombró a Hircano II, que gobernó del año 63 hasta el año 40 a.C. En el mismo año, los Partos dominaron la región y nombraron a Antígono, sobrino de Hircano n, rey y sumo sacerdote de Judea, pero esto no duró mucho tiempo. En el 37 a.C., Herodes el Grande venció a Antígono en la disputa por el poder sobre Judea.

Vamos a conocer con más detalles esta historia. La cronología nos ofrece la secuencia de la dinastía asmonea que, a partir de Aristóbulo I, se arrogó el título de "reyes":

• Juan Hircano 1: 134-104 a.C.

• Aristóbulo I: 104-103 a.C.

• Alejandro Janeo: 103-76 a.C.

• Alejandra: 76-67 a.C.

• Aristóbulo II: 67-63 a.C.

• Hircano II: 63-40 a.C.

Juan Hircano I: el sacerdote comandante (134-104 a.C.)

Conocido también como Hircano I, sucedió a su padre, Simón Macabeo, en el año 134 a.C. (1M 16, 19-24). Ya se había destacado en la batalla contra el seléucida Cendebeo (1M 13,53; 16,1-10) y continuó la expansión de su territorio en Transjordania, al sur de Cisjordania, y en la región costera.

En Transjordania, Hircano conquistó Mádaba después de un largo asedio. Se apropió de Samara, alcanzando la vía internacional que unía Elat, al sur del mar Muerto, con Damasco, al norte. Hircano ya tenía el control de la vía Maris, otra vía internacional de Cisjordania, que une el sur con el norte. Esto le facilitó el control comercial sobre las mayores rutas de comunicación que pasaban por el territorio de Judá.

En ldumea, conquistó las ciudades de Hebrón, Adora, Engadi y Marisa. Estos pueblos fueron obligados a aceptar la religión de los judíos y, en pocos años, se integraron a la nación judía. Con esta conquista, los confines territoriales de Judea llegaron a Bersabá y Orda.

En la región central de Samaría, Hircano I se apoderó de la ciudad de Siquén. Destruyó el templo de los samaritanos sobre el monte Garizim, en el 128 a.C. Estos, sin embargo, no aceptaron el judaísmo y conservaron su identidad. Sólo un pequeño distrito de Samaría fue integrado al territorio de Judea.

En la región costera, Hircano retomó las ciudades de Joppe, Gaza y algunos puertos "como el de Apolonia y Yamnia. Antes de su muerte, se apoderó también de la ciudad de Azoto. Hacia los años 108-107 a.C., Hircano comenzó a cercar la ciudad de Samaría. El asedio de Samaría fue largo y difícil, pero, finalmente, logró quebrar la resistencia. Destruyó la ciudad y exiló a sus habitantes. El libro de Judit es probablemente de esta época y no del tiempo de Nabucodonosor, como el mismo libro señala. La narrativa gira en torno a la ciudad de Betulia, historia muy parecida a lade Bet-EI (ciudad de Dios), sinónimo de Judea.

Otro aspecto que llama la atención son los límites territoriales descritos en el libro de Judit, que corresponden a los límites de Judea en tiempos de Hircano I, antes de la toma de Citópolis (Tdt 1,8-9; 2,28; 3,9s; 4,4. 6; 7,3). En el período de Hircano I, se constituyeron dos grupos: fariseos y saduceos. Ambos tenían la preocupación por la observancia de la Ley, aunque los saduceos fueran más liberales e inclinados a una política de tipo helenista. Los fariseos aparecen, a plena luz, bajo Juan Hircano I, como un grupo que no discute la soberanía del monarca, sino su dignidad como sumo sacerdote. El estilo político del rey y su interés por el poder provocaron la oposición de los fariseos en Judea.

Aristóbulo I: ambición y crueldad (104-103 a.C.)

Juan Hircano I murió en el 104 a.C., pero antes había designado a su esposa como responsable del gobierno. Sin embargo, Aristóbulo., su hijo, le arrebató el poder por un año, y se proclamó rey. Aunque las monedas no le hayan atribuido este título, al cambiar su nombre Judá del griego al hebreo, entró en la historia como Aristóbulo I (l04-103 a.C.). Puso a su madre en prisión, la dejó morir de hambre y apresó a sus cuatro hermanos.

A pesar de su breve reinado, tuvo éxito en la batalla contra los Itureos. Extendió su influencia sobre Samaría y Bet-Seam. Obligó a una parte de la población de Galilea a obedecer a las leyes del culto ob­servado en Jerusalén e impu­so la circuncisión. Luego de la muerte repentina de Aristó­bulo 1, su esposa, Alejandra Salomé, liberó a sus herma­nos. Nombró a uno de ellos rey y se casó con él. Era Ale­jandro Janeo (l 03-76 a.C.).

Alejandro Janeo: despotismo y decadencia (103-76 a.C.)

Hijo de Hircano I, hermano de Aristóbulo 1 y sucesor de éste en el gobierno de Judea. Tenía un carácter ambicioso, persistente y violento y era un hábil militar. Reconquistó, por medio de numerosas campa­ñas militares, muchos territo­rios del antiguo reino de Israel y de Judá, desde el territorio de Siria y de Cisjordania hasta el de Idumea y Transjordania, de la región de los nabateos hasta el este en las proximidades del nacimiento del río Jordán. Para esto, enfrentó a muchos enemigos externos, sobre todo los reyes seléucidas y naba­teas. No tuvo, sin embargo, el mismo éxito internamente, y enfrentó varios conflictos con los miembros de la dinastía rei­nante, los secuaces saduceos y los fariseos, el partido de oposición. No era bien acep­tado por la población de Jeru­salén, por su despotismo y su indiferencia religiosa.

Se le atribuye a Alejandro Janeo la fundación de famosas fortalezas, como la de Maqueronte, quizá Massada y otras. Éstas sirvieron de puntos estratégicos para su defensa con­tra los nabateos y se hicieron famosas en tiempos de Hero­des el Grande (37-4 a.C.), que las convirtió en castillos forti­ficados con algunas construc­ciones espléndidas anexas.

Alejandro Janeo se atribu­yó la dignidad de "rey de los judíos", según lo indican las monedas que mandó acuñar en bronce, pero sin tener tal derecho hereditario. La vio­lencia, el terror y las guerras eran más para mantener a Judea bajo su dominio; por esto, vivía rodeado de peligros y amenazas, pero no sucumbió por los adversarios, ni por sus errores, sino por el vicio del alcoholismo, según informa­ciones de Flavio Josefa. Mu­rió en el año 76 a.C., a los 49 años.

'La paz de la reina Alejandra Salomé (76-67 a.C.)

Alejandra Salomé era viuda de Aristóbulo 1, hermano de Alejandro Janeo, quien se convirtió en su segundo marido. Su doble nombre griego y he­breo y el cargo político que ocupó hacen pensar que fue­ra de familia noble, de ascen­dencia asmonea o sadiquita.

Salomé gobernó de 176 al 67 a.C. Mantuvo buenas relacio­nes con los fariseos. Aseguró su autoridad y el pueblo vivió un tiempo de paz. Confió a su hijo mayor, Hircano II, el car­go de sumo sacerdote, que ella no podía ejercer legalmente. Mantuvo el Estado asmoneo sin emprender guerras y no dejó que la oposición de sus hijos llegara a un conflicto abierto en la lucha por el po­der, a pesar del aumento de las amenazas externas. Con la muerte de la madre, Hircano II asumió el gobierno por poco tiempo (67 a.C.). Lo perdió, luego, ante su hermano Aristó­bulo II (67-63), favorecido por Roma, a quien éste había pe­dido ayuda.

Aristóbulo II: sumisión al poder romano (67-63 a.C.)

Aristóbulo II logró arreba­tar el poder de manos de su hermano Hircano II con el apoyo de los saduceos, pero no pudo impedir la entrada de Pompeyo en Jerusalén. Éste la cercó y construyó rampas para facilitar el acceso 21: la parte alta de la ciudad, donde estaban el Templo y el pala­cio. Después de tres meses, venció la resistencia y entró en la ciudad en sábado. Invadió el Templo y entró hasta el Santo de los Santos. Aunque sin dañarlo, el gesto fue con­siderado como una profana­ción a los ojos de los justos.

Aristóbulo se presentó en el campamento de Pompeyo y se entregó, considerado un prisionero fue deportado a Roma junto con su hijo Antígono. A partir del año 63 a.C., Roma comenzó a dominar la región, nombrando a los reyes y sumos sacerdotes y exigiendo el pago de tributos.

Hircano II: humillación y dolor (63-40 a.C.)

Pompeyo nombró a Hircano II sumo sacerdote y gobernador de Judea. En realidad; quien gobernaba era Antípater, su ministro, que fue asesinado en el 43 a.C. Por poco tiempo, los Partos dominaron la región y constituyeron a Antígono sumo sacerdote y rey (40-37 a.C.). Hircano II fue destituido de sus funciones y mutilado. Herodes, hijo de Antípater, huyó a Roma, pero en el 37 a.C., retornó y disputó el poder sobre Judea con Antígono. Herodes salió victorioso.

Escritos de la época de los Asmoneos

En el período de los Asmoneos nacieron algunos escritos que muestran todo el conflicto entre los judíos arraigados en sus tradiciones religiosas y los autores de la helenización. Son los libros de Daniel y 1 y 2 Macabeos. En el libro del profeta Isaías, los capítulos 24-27 y 34-35 ya presentan una perspectiva apocalíptica, probablemente de este período.

La apocalíptica: los secretos de la justicia divina

La palabra "apocalíptica" viene del griego "Apocalipsis", que significa "revelación". En el tiempo de los Seléucidas comenzaron a surgir escritos de cuño apocalíptico. En un contexto de conflicto, persecución y brutalidad, en que la vida era amenazada, estos escritos comparten algunas características: se trata de hechos escondidos a los ojos de la mayoría, pero revelados por Dios a una persona. Tales escritos se atribuyen a una persona importante para subrayar la relevancia de la revelación y hablan del cosmos, de la historia y del destino del pueblo de Dios. La intervención de Dios se da en el "Día del Señor", cuando se manifestará el Hijo del hombre en su gloria. En la perspectiva profética, la historia puede ser transformada; en la apocalíptica no, se trata de un corte radical. Es una visión más pesimista del mundo, dividido entre buenos y malos. Los buenos son poco expresivos e incapaces de actuar, pero tampoco impiden la acción de Dios y son salvados por su intervención. El fin se espera con ansiedad y se describe con colores muy vivos y catastróficos. Todo esto es proyección de la angustia que este pequeño grupo vive en su contexto histórico.

La apocalíptica se manifiesta mediante descripciones, y no por anuncios, como el mensaje profético. Ésta llega de símbolos, visiones, números e imágenes que nadie puede descifrar, excepto Dios o el Hijo del Hombre o a quien éste lo revele. Sin embargo, puede atribuírsele un cierto carácter de profecía a la apocalíptica, una vez que ésta induce a las comunidades resistir a la opresión y les despierta la esperanza. El libro de Daniel presenta muchas de estas características.

Daniel: siempre es posible ser fiel a Dios

En la Biblia hebrea, el libro de Daniel no está clasificado entre los libros proféticos, sino entre los escritos sapienciales. El personaje principal es presentado como un sabio (1,20; 2,23) que hace una lectura tea lógica y apocalíptica de la historia. La obra está escrita en tres lenguas diferentes: hebreo (1,1-2,4; 8-12), arameo (2,4b-7,28) y griego (3,24-90; 13-14), Y puede dividirse en dos partes: de 1-6 cuenta la historia de Daniel y de sus compañeros en la corte de Babilonia; y de 7-12 presenta cuatro visiones, narradas en primera persona y explicadas por un ángel. El libro refleja, de forma viva, el contexto histórico conflictivo del período de los Seléucidas.

En el capítulo 7, las cuatro bestias son interpretadas unánimemente por los estudiosos como símbolos de los imperios de Babilonia (león), de los Medos (oso), Persia (leopardo) y Macedonia (animal con diez cuernos). Este último animal (Dn 7,1-28) es identificado con los diez reyes de la dinastía seléucida. El cuerno es interpretado normalmente como signo de fuerza y poder. El autor del libro de Daniel describe este cuarto animal como feroz: "Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta bestia, terrible; espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro; comía, trituraba y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. Estaba yo observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos otro cuerno, pequeño, y tres de los primeros cuernos fueron arrancados delante de él. Tenía este cuerno ojos como los de un hombre, y una boca que decía grandes cosas" (Dn 7,7-8).

Daniel, en esta obra, es un representante autorizado del pensamiento judío Palestina de la primera mitad del siglo n a.C. El autor debe haberse servido de escritos anteriores, para aplicarlos a sus contemporáneos. Quiere mostrarles que un judío piadoso, aun en la persecución, puede ser fiel a sus tradiciones religiosas y a sus prescripciones alimenticias (Dn 1-6). Además pretende mostrar que también las pruebas pueden superarse con la ayuda de Dios (Dn 3,24-90).

2 Macabeos: el judaísmo resiste a la dominación helénica

2 Macabeos narra acontecimientos que van del 175 al 160 a.C. El autor parece tener una sólida formación helenista, aunque permanece como un ardoroso judío, porque se refiere a Dios con mucha frecuencia. Narra los hechos de los Macabeos, que pueden presentarse en tres partes: 1¬7: las intrigas entre los sumos sacerdotes israelitas y los reyes de Siria, la persecución de Antíoco IV Epífanes, el martirio de Eleazar y de la madre con sus siete hijos; 8,1-10,9: la rebelión de los Macabeos, las primeras victorias, la muerte de Antíoco IV Epífanes, la purificación del Templo; y 2M 10,10-15,36: las luchas de Judas Macabeo. El libro concluye con un epílogo en 15,37-39.

Toda la obra es una confrontación entre la cultura y las tradiciones religiosas judías y helénicas. La mayor oposición ocurrió en el período de Antíoco IV Epífanes. Éste fue acusado de soñar con cosas absurdas: "Así pues, Antíoco, llevándose del Templo mil ochocientos talentos, se fue pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el mar viable, por la arrogancia de su corazón (2M 5,21).

1 Macabeos: la ley de Dios es fuente de felicidad

1 Macabeos comienza con una rápida mención a Alejandro Magno, a sus conquistas, a su muelle y a la división de su reino. En seguida, narra los hechos de la coronación de Antíoco IV Epífanes, en el año 175 a.c., y va hasta la muelle de Simón Macabeo, en el 134 a.C. Después de hablar de la situación de Judea (1-2), presenta a Matatías, la deflagración de la lucha de resistencia y su continuación, sucesiva, por sus hijos: Judas (1 M 3,1¬9,22), Jonatán (9,23-12,54) y Simón (13-16).

El autor del libro cree que la felicidad sólo es posible por la observancia fiel de la Ley. Para esto, es necesario rechazar las costumbres paganas. Sólo de esta forma los judíos disfrutarán de los beneficios de la Alianza y podrán esperar la intervención de Dios a su favor y en contra de los enemigos, y saldrán victoriosos.

Salmos 1; 150: oír al Señor día y noche

El salmo 1 hace palie de los salmos de instrucción, en los cuales la Torah ocupa un lugar privilegiado: "Dichoso el hombre que [...] se complace en la ley de Yahvé, su ley susurra día y noche" (vv. 1-2). Al camino del justo, según la Ley de Dios, el salmista contrapone a los impíos que "son como paja que se lleva el viento [...], no resistirán el Juicio" (vv. 4-5).

El salmo 150 hace palie del primer grupo: los salmos de alabanza. Es el último del salterio. El salmista invita a todos los seres vivos, e incluso a los mismos instrumentos musicales, a alabar a Dios: "Alaben a Dios en su santuario, alábenle en el firmamento de su fuerza, alábenle por sus grandes hazañas, alábenle por su inmensa grandeza. Alábenle con clangor de cuerno, alábenle con arpa y con cítara" (vv. 1-3). Dios no se confunde con el universo, pero es su creador, por esto merece ser alabado. Dioses el Señor de la historia del universo y de todos los pueblos y debe ser alabado.

El libro de los Salmos

Los 150 salmos abren el bloque de los Escritos en la Biblia hebrea. Nacieron en contextos y épocas diferentes, en forma de oraciones individuales o colectivas. Reflejan los más diversos sentimientos y situaciones vividos por el pueblo de la Biblia: alegría y tristeza, angustia y paz, venganza y perdón, alabanza y lamentación, derrota y victoria, etc. El libro de los Salmos normalmente se divide en cinco bloques, a ejemplo dé los cinco libros de la Torah: 1-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150. Cada uno de estos bloques termina con una fórmula litúrgica de alabanza a Dios (cf. 42,14; 72,18; 89,53; 1 06,48) y el mismo salmo 150, que es una doxología un poco más extensa.

En los salmos aparecen nombres conocidos en otros escritos bíblicos, como David, Salomón, reyes de Israel; Asaf, nombre de un cantor que debió de haber vivido antes del exilio y aparece en los libros de Esdras y Nehemías (Esd 2,41; Ne 7,44); Coré, habitante de Jerusalén, citado en l Cr 09,19. En cuanto a los temas, pueden clasificarse en: salmos de alabanza; salmos de petición de socorro, de confianza y de acción de gracias, y salmos de instrucción. Los salmos de alabanza se usan normalmente en el servicio litúrgico y se ejecutan en las grandes fiestas. Son himnos que enaltecen al Dios de la Alianza (Sal 8; 103; 117; 135; 145-150); cánticos que exaltan el reinado de Dios como Señor y juez de Israel y de todos los pueblos (Sal 93; 96-99); cánticos que enaltecen a Jerusalén y su templo (Sal 46; 48; 76; 84; 132); Y salmos que celebran al Señor, rey del universo (Sal 2; 18; 72; 110).

Los salmos de petición de socorro, oraciones de confianza y de acción de gracias individuales o colectivas constituyen la mayor parte del salterio. Citamos sólo algunos ejemplos (Sal 22' 26' 30' 31' 54' 55' 56; 60; 61; 69; 90; 116). Los salmos de instrucción buscan dar alguna enseñanza, como los salmos 78; 105; 106. También aparecen en algunas liturgias (Sal 15; 24; 134) y otras veces en forma de exhortaciones proféticas (14; 50; 52; 75; 81) o de instrucción propiamente dicha (Sal 1; 37; 119; 139). Una orientación de orden práctico para el manejo de la Biblia con respecto a la numeración de los salmos: los libros litúrgicos siguen la numeración de los salmos de la Biblia griega y latina, mientras las traducciones actuales siguen la numeración de la Biblia hebrea, poniendo al lado o entre paréntesis el número de la Biblia griega. Por ejemplo: Salmo 26 (25). El número 26 es el de la Biblia hebrea y el que está entre paréntesis (25) es de la Biblia griega. Para facilitar la identificación de los salmos, veamos cómo se corresponden:

Estos son los salmos incluidos en el libro de los Salmos, pero hay muchos otros regados por toda la Biblia, como Ex 15,1-21; ls 12, 1-6; 26,1¬19; 38,1 0~20; Na 1,2-8; Jn, 3-10; Hb 3,1-19; Lm 5; Tb 13;' Lm 1,46-55; 68-73. Son verdaderos salmos que nacen no sólo en un contexto cultual, sino en los acontecimientos de la historia, por medio de los cuales el pueblo percibe y alaba a Dios presente en ella.

Escritos sobre la época

1 Macabeos 13-16 narra el período de Simón, sumo sacerdote y gobernador de Judea del 143 al 134 a.C. Tuvo éxito en sus empresas en defensa del territorio de Judea y en sus conquistas. Fue asesinado en una celada armada por su propio yerno, Tolomea. Pero Juan Hircano 1, hijo de Simón, asumió el poder. Mantuvo buenas relaciones con Macedonia y Roma, con las cuales sus padres habían hecho alianzas (1M 14,16-24; 15,15-24).

Eclesiástico 50 hace un elogio al sacerdote Simón, que se preocupó por restaurar el Templo, fortificar el santuario y la ciudad y por evitar la ruina del pueblo. El autor hace una letanía de elogios a la persona de Simón: "¡Qué glorioso era, rodeado de su pueblo ( ... ] como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna llena, como el sol que brilla sobre el Templo del Altísimo, como el arco iris que ilumina las nubes de gloria ( ... ]. Y suplicaba el pueblo al Señor Altísimo, orando ante el Misericordioso, hasta que terminaba la ceremonia del Señor y concluía su liturgia. Entonces bajaba y elevaba sus manos sobre toda la asamblea de los hijos de Israel, para dar con sus labios la bendición del Señor y tener el honor de pronunciar su nombre" (Eclo 50,5-7.19-20).

Conclusión: el Dios UNO resiste a todos los ídolos

El período de la dominación helenista fue uno de los más largos, del 333 al 63 a.C. Sólo terminó cuando sobrevino el poder romano. Dejó marcas, profundas en la historia del pueblo de la Biblia. Este período inició con Alejandro Magno en el 323 a.C., y con su muerte el reino se dividió entre cuatro generales. Los Tolomeos quedaron con la región de Canaán y a ellos sucedieron los Seléucidas. En este período, hubo una gran confrontación entre las dos culturas, helenista y judía. La manzana de la discordia, de la helenización masiva promovida por Antíoco IV Epífanes, fue su imposición cultural y religiosa. Arraigado en el monoteísmo, el pueblo judío reaccionó al politeísmo y a las prácticas religiosas paganas: el culto a los ídolos y la prostitución sagrada con orgías y banquetes rituales (2M 6,2¬11.18-31).

La comunicación intensa que había entre Judá y la comunidad judía en Alejandría, en tiempo de los Tolomeos, no pudo continuar bajo el dominio de los Seléucidas. Esto dificultó aún más las relaciones entre dominadores y dominados, levantó sospechas e hizo que el movimiento de los judíos a favor de la helenización encontrara apoyo junto al rey (1 M 1,41-51).

Gran parte de estas dificultades fue causada por motivos económicos anteriores a Antíoco IV Epífanes, como la apropiación indebida del tesoro del Templo y las deudas que Seleuco rn había contraído con Roma. Esta actitud fue interpretada por los judíos como un sacrificio y entre los helenistas se le consideraba un préstamo forzado. Otro motivo de confrontación pudo haber sido la diversidad de concepciones de la vida, del mundo y de la historia. Eran culturas con visiones muy diferentes.

Para continuar la reflexión

  • ¿Hemos pasado alguna vez por un gran peligro, opresión o sufrimiento? ¿Qué Sucedió?

  • ¿Qué sentimos cuando termina una situación que nos afligía?

  • Leer Is 26,1-13 y dialogar. En este libro, hemos conocido la vida del pueblo de Israel en el último siglo antes del nacimiento de Jesús. El texto de Isaías que acabamos de leer, ¿tiene alguna relación con la espera del Mesías?

No hay comentarios: