sábado, 2 de agosto de 2008

ARQUEOLOGÍA E INSPIRACIÓN DIVINA:

DIOS Y LAS PERSONAS ESCRIBEN Y COMPRENDEN LA BIBLIA

1. Arqueología, ciencia que revela la vida:
La arqueología (del griego archaios, ‘viejo’ o ‘antiguo’, y logos, ‘ciencia’) es una ciencia que se dedica a la búsqueda e interpretación de monumentos, objetos y fragmentos antiguos. Los historiadores se sirven de las investigaciones de los arqueólogos para reconstruir la historia de las antiguas civilizaciones. En campo bíblico existe una arqueología especializada que se denomina: “arqueología bíblica”. Gracias a los hallazgos de la arqueología bíblica podemos comprender mejor el modo de vida de los tiempos y de las gentes en medio de las cuales se escribieron las escrituras. Son muchas las excavaciones que se han realizado en Palestina desde el siglo XIX. Presentaremos sólo 4 de ellas:

Piscina de la Puerta de las Ovejas: En 1958 los arqueólogos descubrieron, en Jerusalén, restos de la Piscina de Betesda, “casa de la misericordia (Jn 5,2).

Litóstrotos (pavimento de piedra): Aquí Jesús fue condenado por Pilatos (Jn 19,13). Fue descubierto en excavaciones de (1931-1932).

Sinagoga de Cafarnaum: En Galilea, al norte del País fue descubierta en 1905 restos de una sinagoga del siglo IV d. C.; debajo de su piso se encontraron ruinas que corresponden al S. I d.C. Al lado se encontraron restos de una iglesia bizantina (imperio romano de oriente) que se ha identificado con la casa de Pedro.

Qumram: Cerca al Mar Muerto en una región montañosa desértica, después del hallazgo casual de un pastor (1947) que encontró en una cueva unas jarras de cerámica que contenían rollos de pergaminos, comienzan las exploraciones de la región. Allí se han encontrado numerosos escritos bíblicos y escritos propios de una especie de monjes que habitaban el lugar, cuyas edificaciones han sido identificadas también.

Fuera de Palestina, hay que mencionar también los hallazgos en tierra de Egipto y Mesopotamia, que nos han legado escritos antiguos bien de la misma Biblia o de este mundo antiguo en el que se escribieron los escritos sagrados.

2. Inspiración divina: Dios y las personas escriben la Biblia
La inspiración consiste en un influjo especial sobre las facultades del hagiógrafo (escritor sagrado) para que ponga por escrito todo y sólo aquello que Dios quiere; sin embargo Dios no priva al hagiógrafo de sus facultades, de modo que la obra que resulta es enteramente de Dios y enteramente del hombre. Como obra de Dios contiene la verdad y sólo la verdad, y como obra de hombre contiene algunos puntos inexactos respecto por ejemplo a datos históricos, científicos…

Otro punto de tener en cuenta para este apartado es la distinción entre Inspiración y Revelación, creo que más adelante se tocará el asunto. En la Biblia todo es inspirado pero no todo es revelado.

3. El Canon Bíblico:
El término griego ka,nwn “Kanôn” se deriva del sumerio a través del ba­bilonio (qanū = “caña”). El significado original era “caña”. La palabra pasó gradualmente a significar vara larga o el listón utilizado por los albañiles y carpinteros para tomar medidas. También adquirió este término un significado metafórico y se aplicó a la norma, regla o patrón que sirve para determinar, regular o medir otras entidades. En el griego extrabíblico se encuentran también ejemplos de este uso. El canon bíblico es pues la lista de libros considerados por los creyentes como norma, patrón, o canon de la fe y las costumbres.

La historia del canon de la Biblia es larga, pero antes del siglo XVI no existía una declaración oficial por autoridad alguna para definir el canon; circulaban listas más o menos parecidas. La Iglesia definió el canon de la Biblia tal como lo conocemos hoy porque ella se vio reflejada en estos libros: ellos son su origen, su sustento y su porvenir. En lo que tiene que ver con el Antiguo Testamento circulaban entre los judíos dos cánones: uno breve, llamado Palestinense; y otro largo, llamado Alejandrino. El primero contenido en la llamada Biblia Hebrea tenía sólo 39 libros, y el segundo contenido en la Biblia Griega (LXX) tenía los 39 de la Hebrea más los siete que hoy denominamos deuterocanónicos y otros más.

Libro canónico es el que ha sido reconocido como perteneciente a la lista de los que la Iglesia considera inspira­dos y que contienen la norma de fe y moral. Algunos libros obtuvieron este reconocimiento en fecha muy temprana; otros tardaron más en ser aceptados, pues se planteaban muchas dudas acerca de si eran o no inspirados. Los primeros eran designados en la antigüedad con el nombre de “homologoumena” (es decir: unánimemente reconocidos, o, sobre los que hay acuerdo); los segundos, con el de “antilegomena” (discutidos) o “amphiballomena” (dudosos).

Con el correr del tiempo se daría a ambas clases de libros los nombres de protocanónicos y deuterocanónicos. Esta terminología, al parecer, fue introducida por Sixto de Siena (1520-1569). Los protocanónicos eran los admitidos en el canon sin que mediara ninguna o muy escasa discusión al respecto. Deuterocanónicos eran aquellos que antes de ser definitivamente admitidos en el Canon fueron objeto de discusión mientras no se resolvían las dudas surgidas acerca de su canonicidad. Nótese, sin embargo, que estos términos no implican dos distintas canonizacio­nes, es decir, uno original en que se recibieron los protocanónicos y otro posterior en que se admitieron los deuterocanónicos. La distinción pues, de los libros Sagrados en protocanónicos y deuterocanónicos no intenta introducir varios grados en la dignidad y la autoridad de los Libros Sagrados, sino que indica el tiempo de su aceptación oficial en el Canon; es decir, que estos dos términos no significan de ninguna manera “inspirados de primer grado” e “inspirados de segundo grado”; de­signan por el contrario, escritos igualmente inspirados, pero aceptados en el Canon en tiempos diferentes.

Los protestantes dan a los libros deuterocanónicos del A.T. que no consideran como inspirados y canónicos, el apelativo “apócrifo”, que nosotros damos a los libros que, teniendo ciertas semejanzas con los libros sagrados, pero que nunca fueron recibidos en el “Canon”. Y llaman “seudoepígrafos” a los libros que nosotros designamos con el término de apócrifos. Por lo que se refiere a los deuterocanónicos del N.T., coinci­dimos católicos y protestantes en su designación.

Los escritos deuterocanónicos son: para el A.T. siete libros, de los cuales cuatro históricos (Tobías, Judith, 1º y 2º Macabeos) uno profético (Baruc, con la carta de Jeremías) y dos Sapienciales (Eclesiástico y Sabiduría); y tres secciones de libros protocanónicos: Est 10,4—16,24; Dan 3,24-90; Dan 13—14.

Para el N.T.: siete libros. Seis epístolas (Heb. Sant. 2Pe. 2 y 3 Jn. y Judas) y el Apocalipsis.

Para profundizar:
Mirar la lista de los libros como están en la Biblia para distinguir los grandes grupos dentro del Antiguo y del Nuevo Testamento y aprender las abreviaturas.

No hay comentarios: