sábado, 13 de diciembre de 2008

OCTAVO DÍA: EL SEGUNDO ANUNCIO SE HACE REALIDAD


OTIVACIÓN
La navidad nos debe llevar a profundizar más en el misterio de la infinita misericordia que Dios ha tenido con toda la humanidad de todos los tiempos. El nacimiento del Salvador es un signo excelente de la cercanía de Dios a nosotros y de su compromiso definitivo y total con la humanidad.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS (Lc 2, 1-7)

PISTAS PARA LA REFLEXIÓN

La traducción castellana “le llegó el tiempo del parto”, expresa con claridad el hecho de su aspecto biológico: María como cualquier madre, después de la concepción, cumplido el tiempo, da a luz. Pero Lucas quiere expresar algo más. En nuestra vida hay hechos (las cosas insignificantes que pasan en la vida), y hay acontecimientos (hechos relevantes, que tienen un significado especial para el hombre: nacimientos, bautizos, cumpleaños, bodas, fin de carreras, fin de una guerra…). El nacimiento de Jesús es, evidentemente, un acontecimiento, y de tal calibre que marca el comienzo de una nueva era histórica. Las generaciones que precedieron a Jesús, alentadas por los profetas, desearon ver ese día. Es un día esperado y establecido en el plan de Dios.

Nosotros, los hijos de la Iglesia, celebramos el nacimiento del Niño Dios, Jesús de Nazaret. Por este acontecimiento estamos alegres, pues la promesa de Dios, no es falsa, es una realidad: Él viene a darnos vida y “vida en abundancia”, por eso nuestro gozo es mayor, pues la celebración del nacimiento de Jesús, nuestro Salvador, es doble: por una parte, Dios se hace carne, se hace hombre, nace en el mundo; por otra parte, gracias a tal acontecimiento de salvación, nosotros nacemos también a una nueva vida: la vida que Jesucristo nos da, que es la eterna bienaventuranza.

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