viernes, 10 de octubre de 2008

TRIBUS DE ISRAEL: HIJOS Y HEREDEROS DE LA FE

Las tribus de Israel:
¿Cómo se organizó el pueblo de Israel y qué manera encontró de escapar de la opresión de los poderosos? Un poco de contexto histórico de la época puede ayudar a entender mejor cómo la liberación se tornó posible.

Canaán de 1250 a 1030 a.C.
Canaán, según los escritos bíblicos, era habitada por diversas poblaciones muy anteriores a los israelitas: hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos (cfr. Dt 7,1; Ex 3, 8.17). La región estaba formada por pequeñas Ciudades-Estado servidas por las aldeas establecidas a su alrededor. Esto es posible constatarlo en las cartas dirigidas al faraón de Egipto, en Tell el-Amarna. En este período, las Ciudades-Estado comenzaron a enfrascarse en una disputa por la hegemonía del poder. Egipto perdía cada vez más el dominio de la región. Sufría constantes amenazas de los filisteos, situados al sur de Canaán. Todo esto favoreció la evasión de personas y grupos descontentos por la opresión en la que vivían en las aldeas. Estos fugitivos ocuparon toda la región montañosa.

La supervivencia de los grupos en las montañas se volvió posible gracias al hierro, que ya era conocido y muy usado en aquella época y sirvió para la fabricación de hachas y arados, utilizados en la tala de los bosques y en la preparación de la tierra para la agricultura. El agua necesaria para la supervivencia era almacenada en grandes cisternas revestidas con cal. Esto favoreció el crecimiento de poblados en regiones que antes presentaban dificultades para la supervivencia humana.

Tal vez no se pueda hablar, todavía, de una vida tribal organizada en diferentes grupos, así como la Biblia los presenta ya en este período. Pero podemos considerarlos como el inicio de la vida tribal, que después se desarrolló, y fue más allá del año 1030 a.C. De hecho, una de las mayores dificultades de todos los escritos legendarios de la prehistoria de Israel es la cronología. Los textos fueron escritos mucho tiempo después de haber sido vividos. Al pueblo le interesaba hablar de la experiencia de Dios en sus luchas y conquistas.

Hay un escrito egipcio, no bíblico, que habla de Israel en este período. Es la estela del faraón Mernaptah de Egipto (1224-1204 a.C.), descubierta en 1895 en la ciudad de Tebas. Este monumento en piedra parece indicar que una parte de la población de Canaán era identificada como Israel y considerada, ya en esa época, como rebelde al sistema de dominación de Egipto. Sobre este monumento en piedra, el faraón mandó esculpir las victorias de sus campañas militares contra ciudades y pueblos vecinos. Y dice: “Canaán es afligida en todo tipo de males. Ascalón está por ser destruida. Guézer fue tomada; Ye-noam es como si nunca hubiese existido; Israel está en ruinas; no quedó una solo semilla”.

Israel aparece entre nombres de ciudades como Ascalón, Guézer y Ye-noam. El texto no deja claro si Israel es el nombre de una ciudad o de un poblado, o incluso si se refiere a los moradores de las montañas. De todos modos, se trata de una población rebelde al dominio egipcio en Canaán.

Origen de las tribus de Israel. Del arte literario se desprende lo esencial: la fe.
La Biblia presenta las tribus de Israel como descendientes de los 12 hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, José, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser (Gn 35, 22-26). Los nombres de Leví y José no son citdos en la ocupación del territorio de Canaán. En su lugar aparecen los nombres de dos hijos de José: Efraím y Manasés (Gn 41, 50-52), nietos de Jacob.

Jacob (Yacob) es presentado como hijo de Isaac y Rebeca, hermano gemelo de Esaú (Gn 25, 19-34) y nieto de Abraham, según las narraciones bíblicas. En ellas se hallan dos explicaciones populares acerca del origen del nombre “Jacob”. Al nacer, él agarró el talón ('aqeb) de Esaú (v. 26). Ya crecido, suplantó ('âqab) al hermano, robándole la primogenitura (v. 33). La raíz hebrea de las palabras “Jacob”, “talón” y “suplantar” es la misma, sólo cambian las vocales y su significado.

El nombre de “Jacob” era conocido dentro y fuera de Canaán. En Canaán, este nombre fue dado a una fortaleza conquistada por Tutmosis III, de Egipto; en Mesopotamia, fueron descubiertas tablillas con la inscripción de este nombre; también tuvo este nombre uno de los jefes hicsos.

El pueblo de la Biblia integró en una sola historia familiar la tradición que existía sobre Jacob (Gn 25, 19-34; 27, 32-33), la que puso en evidencia la rivalidad entre dos hermanos, siendo uno de ellos preferido por el padre, y, el otro, por la madre. Esaú, el primogénito, era el predilecto del padre, Isaac. El menor, Jacob, era el predilecto de la madre, Rebeca. Los gemelos se entrechocaban en el vientre materno (Gn 25, 22-23). Al nacer, Jacob agarró el talón a Esaú. Finalmente, ya crecidos los dos, Esaú fue suplantado por el hermano, quien le quitó el derecho de primogenitura y la bendición del padre (Gn 27; Os 12,4). Jacob aparece siempre como el experto en engañar al hermano (Gn 32, 4-22), y Esaú como el “ingenuo” que se deja engañar (Gn 33, 1-17).

Detrás de la historia de Jacob y Esaú parece esconderse un conflicto entre dos tipos de sociedades (Gn 25,23). La sociedad pastoril, seminómada, que se ocupaba de los rebaños de ganado menor, es identificada con Jacob, un pastor pacífico y hábil. Esaú, el cazador rudo, finalmente marginado, es identificado con la sociedad nómada. Esaú representa a Edom; Jacob, a Israel. Los textos del Génesis (25, 23; 27, 27-29.39) parecen confirmar la intención del autor. Él está más preocupado de hablar de dos pueblos o tipos de sociedades que peleaban entre sí, que de dos hermanos. La preocupación del autor era demostrar que la fraternidad entre los pueblos y las sociedades debía estar por encima de las disputas entre ellos.

En la misma línea sigue el juego de Jacob con el tío Labán (Gn 29-31). Entran a tallar nuevamente relaciones familiares. Jacob se casa con dos hijas de Labán: Lía y Raquel. La preocupación central de la narración no parece ser el casamiento, sino el hablar del estatuto (jurídico) que había en relación a las hijas mayores, que debían ser dadas en esposas antes que las más jóvenes. Otra preocupación de la narración parece ser la de establecer el límite de influencia recíproca entre los dos clanes: el de Jacob (Israel) y el de Labán (arameos).

Finalmente, Jacob es relacionado con los santuarios de Siquém y de Betel, situados en la región central de la Tierra de Israel. En Betel, tuvo un sueño: vio una escalera que unía el cielo con la tierra, y por ella descendían y subían los ángeles de Dios. Cuando Jacob se despertó, se levantó, tomó una piedra y erigió con ella una estela y la ungió (Gn 28, 10-22; 35, 7-14). En Siquém, compró un campo, construyó allí un altar y lo dedicó a “Él, Dios de Israel” (Gn, 33, 19-20). Incluso en Siquém los hijos de Jacob cometieron un acto de violencia que parece recordar las luchas que las tribus emprendían para asentarse en la región de Canaán (Gn 33, 18 – 34. 31).

En estas tradiciones hubo una fusión de muchas tradiciones. El hecho de que se le dé a Jacob un nuevo nombre, Israel (Gn 32, 29; 35, 10) parece indicar la fusión de dos clanes, prevaleciendo el nombre del segundo. Diversas tradiciones convergen para la unificación en un único clan, presentando la historia del pueblo de la Biblia en la genealogía de una familia, la de Abraham. En estas narraciones simplificadas hay al menos la fusión de dos ciclos o dos tradiciones -la tradición de Abraham-Israel, y la tradición de Jacob-Israel- que deben ser muy antiguas. A partir de ellas son releídos los orígenes del pueblo de la Biblia, como si todo hubiese comenzado en la tradición de la familia de Abraham. Éste es presentado como padre de Isaac (Gn 21, 3); y Jacob, como hijo de Isaac (Gn 25, 26). José y sus once hermanos son presentados como hijos de Jacob (Gn 35, 23-26). Los dos hijos de José (Gn 30, 25) Efraím y Manasés, en sustitución de las tribus de Leví y José (Gn 46, 8-27) recibirán parte del territorio de Canaán.

Las diferentes tradiciones fueron narradas, vueltas a narrar y fundidas en una sola. En un comienzo, sin embargo, debían existir los diferentes clanes, y entre ellos se destacaban algunos nombres, a los que fueron atribuidos algunos episodios. Éstos, poco a poco, son recordados e integrados de manera unificada y simplificada como el inicio de la historia del pueblo de la Biblia.

Nombre y localización de las 12 tribus de Israel: pueblo y tierra, identidad profunda.
Las tribus se formaron en Canaán, aunque es difícil establecer con claridad la época exacta, así como la reconstrucción precisa de los acontecimientos que las implicaron, e incluso el nombre de cada una de ellas. Algunas montañas son conocidas antes del asentamiento de las tribus (Jos 11, 21; 20, 7; 21, 11; 2 Cron 27, 4; Jos 20, 7; 21, 21; 1 Re 4, 8; Jos 20, 7; 1 Re 4, 15). En Re 4, 7ss., muchos lugares aparecen como distritos de Salomón; entre ellos se encuentran dos nombres que corresponden a los de dos tribus de Israel: Aser e Isacar. Otras tribus pueden haber heredado el nombre de sus ancestros, como Zabulón, Dan, Rubén, Manasés, Simeón y Gad. Otras incluso heredaron el nombre de la divinidad adorada por la tribu.

El libro de Josué (1-12) presenta la conquista completa del territorio por parte de las diferentes tribus, de manera rápida, unitaria y muy simplificada. Pero este mismo libro, en muchos pasajes, dice que las tribus no lograron ocupar determinadas áreas, como por ejemplo las planicies, porque en ellas había carros de hierro, utilizados para las guerras, los que no poseían los israelitas (Jue 1, 19. 27-36; Jos 16, 10; 17, 12; 15, 63; Jos 17, 11-13). Esto significa que la ocupación de la tierra no fue completa, unitaria y pacífica como fue presentada en los primeros capítulos del libro de Josué. No había un órgano político centralizado que formase o controlase los diversos grupos que fueron ocupando espacios vacíos del territorio de Canaán.

Visión del libro de Josué acerca de la ocupación de la tierra.
Los israelitas penetraron en regiones poco pobladas. No hay una documentación a manera de anales o anuarios. Todo lo que se sabe se compone de episodios aislados y de breves relatos. En el libro de Josué, los hechos relativos a la ocupación del país de Canaán por los israelitas sucedieron de una sola vez y de manera militar (ver mapa 1) (Jos 1-12). El estilo de las narraciones sobre la conquista y ocupación del territorio de la Cisjordania es drástico y algo legendario.

En Jos 13-21, el autor bíblico se ocupa en describir las regiones y los límites territoriales de cada tribu, ora en forma de una distribución bien planeada, ora en la forma de un sorteo. Todo indica que se trata de tradiciones diferentes. En los capítulos 22-23, el autor presenta el fin de la misión de Josué y su último discurso. Una vez que Josué realizó su misión, y una vez satisfechas todas las necesidades territoriales de las tribus, el autor añade el capítulo 24 para resaltar el compromiso de todas las tribus con el Señor, su Dios.

El autor de Josué quiso presentar en una unidad redaccional los episodios de la ocupación de la tierra, las consecuencias jurídico-religiosas de su posesión, la delimitación de los territorios de las tribus, y la dotación territorial garantizada por el Señor con el cumplimiento de la promesa para todo Israel. El Señor hizo posible a cada una de las tribus por medio de la autoridad de Josué que, al final (Jos 24), reúne a las tribus en una unidad confederada. Existen redacciones que buscan atender a intereses de la dinastía davídica.

El libro de los Jueces ignora la participación de Josué en la ocupación de la tierra.
El libro de los Jueces narra la ocupación de la tierra de manera diferente del libro de Josué, e ignora incluso a su protagonista como a aquel que condujo el proceso de ocupación del territorio. El capítulo 1, como una introducción al libro, trata de hacer un resumen de la ocupación. Aquí, las tribus actúan de forma aislada y, en parte, colectivamente:

- Jue 1, 1-21 habla de las tribus del Sur -Judá y Simeón- y de algunos grupos menores como Caleb, Otoniel u Otniel, quenitas y otros.
- Jue 1, 22-26 menciona la casa de José, que toma la ciudad de Betel de una manera traicionera.
- Jue 1, 27-36 presenta una lista de ciudades y localidades, afirmando expresamente que los israelitas no pudieron ocuparlas porque en ellas habitaban los cananeos.

Las informaciones dadas por el libro de los Jueces son de gran valor histórico y sirven de llave de lectura para la historia de Israel en la tierra de Canaán. Entre las ciudades que no pudieron tomar posesión se hallan las antiguas Ciudades-Estado, que incluso a mediados del segundo milenio a.C. fueron fortalezas en manos de los egipcios, no sólo en la costa del Mediterráneo, sino también en la parte sur de la planicie de Meguiddó.

A partir de Jue 3, 6 encontramos las narraciones de la actuación de los Jueces, las que no dejan muy claro el origen de ese cargo. Débora era Jueza, administraba justicia (Jue 4, 4ss.) y defendía a Israel contra los cananeos; Jefté (Jue 12, 7), Gedeón (Jue 6, 11-24), etc. En los casos especiales, las tribus formaban una coalición para autodefenderse, reafirmaban su solidaridad, que se prolongaba incluso después de la victoria común. Esto no significaba que no tuviesen conflictos entre ellas mismas (Jue 19, 1-20.48).

Localización de las tribus en la tierra de Canaán.
Las tribus de Israel fueron formándose y ocupando gradualmente áreas de la Cisjordania y la Transjordania en el país de Canaán. El sur de la Cisjordania fue ocupado por los grupos que vinieron de la región de Cades Barne. Eran las tribus de Judá y de Simeón, y otras menores que posteriormente fueron asimiladas por la tribu de Judá, como Caleb, Otniel, y otras. En la parte central de la Cisjordania, se establecieron las tribus de Benjamín, de Efraím y Manasés. Estos grupos habrían venido de la parte inferior de la Transjordania, desde las proximidades del río Yabboq.

De las tribus que ocuparon la parte norte de la región de la Galilea, -Isacar (Gn 49, 14; Jos 19, 17-23), Neftalí (Jos 20, 7), Zabulón (Jos 19, 10-16) y Aser (Jos 19, 24-31)- no se conoce la prehistoria ni la procedencia. Todo indica que surgieron en el contexto de la servidumbre a las Ciudades-Estado.

En la Transjordania, la ocupación debe haber procedido desde la Cisjordania. Las tribus se establecieron en las montañas y en áreas próximas al río Yabboq y al Yarmuc. En la región fronteriza con los moabitas, se establecieron las tribus de Rubén, más al sur. La tribu de Gad y parte de la tribu de Manasés, conocida por el nombre de su hijo, Makir (cfr. Jos 13, 29-31), se quedaron en la parte central. Una parte de la tribu de Dan ocupó el norte. Fue la última tribu en establecerse en la tierra de Canaán. Inicialmente había ocupado una parte al oeste de Jerusalén (Jue 1, 34; 13-16; 18, 2), y después, bajo la presión de los cananeos, tuvo que ocupar la región al norte, junto a una de las fuentes del Jordán (Jue 18). Las tribus se unieron movidas por la necesidad de defensa de su territorio y para celebrar juntas la propia fe (ver mapa 2).

Ocupación de Canaán: lenta historia de lucha y resistencia.
La ocupación de la tierra fue ciertamente un proceso lento, progresivo y no siempre pacífico; no tuvo su inicio en las planicies, sino en las montañas. Sin duda tuvo que ser hecha en fases sucesivas y de maneras diversas. Las referencias que tenemos provienen de la propia Biblia y se encuentran especialmente en los libros de Josué, Jueces y Números.

La lista de las ciudades de las tribus que aparece en Jue 1, 1 – 2, 5 se refiere sin duda a un período posterior, el período de Salomón, cuando el territorio de su reino fue dividido en regiones administrativas. Los límites territoriales de las tribus fueron establecidos, en el período de los Jueces, por las propias configuraciones naturales de la geografía, como las montañas, las fuentes y los ríos.

Las tribus del Norte recibieron el nombre de Israel (eran llamadas también de la Casa de José) y las del Sur fueron llamadas de Judá. Es muy probable que Israel y Judá fueran grupos distintos y separados; y que, ante los desafíos y las necesidades que enfrentaron, para su autodefensa nació la hipótesis de la confederación de las tribus.

Confederación de las tribus: de la fe común nace la vida compartida (Jos 24, 1-28).
La unión entre las diferentes tribus es conocida como “confederación de las tribus”, “liga tribal” o “liga sagrada”. Las tres expresiones se refieren a la misma realidad vivida por las tribus de Israel: su unión para el culto al Señor, su Dios, en un único santuario, y para tratar otros asuntos de interés común. Diversas tribus autónomas se unían para celebrar el culto al Señor en el santuario central, donde se encontraba el Arca de la Alianza. Betel parece haber sido el santuario central de la liga tribal del Norte (Jos 20, 18.26), después Silo (Jue 18, 31; 1 Sam 2, 14) y, con la destrucción de esta ciudad, Guilgal (1 Sam 10, 8; 11, 14; 13, 4.7; 15, 12.21.33). En el culto renovaban el compromiso de fidelidad a la Alianza, que consistía en someterse a la voluntad del Señor. Los responsables de cada tribu debían marcar presencia en las asambleas para tratar cuestiones de orden religioso y político, problemas internos de cada tribu y entre ellas, para contactos comerciales e intercambio de productos.

El gran momento confederativo en el que se alcanza una unión de todas las tribus, caracterizándolas como “Israel” o “pueblo de Israel”, es la narración de Jos 24, 1-28, conocido entre los estudiosos bíblicos como Asamblea de Siquém. La tradición bíblica atribuyó a Josué la convocatoria de las tribus para este encuentro en el cual, después de la presentación del credo histórico, el pueblo es estimulado a afirmar su compromiso de “servir a Dios y obedecer a su voz” (Jos 24, 24).

La comprensión que las tribus tenían de la fidelidad a la Alianza no sólo abarcaba la relación con Dios, sino que pasaba también por las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Dios era alguien que formaba parte del día a día de la vida de ellas. La Alianza y las orientaciones básicas para evaluar la fidelidad al Señor y para garantizar la vida en todas sus dimensiones se encontraban en el Decálogo, las Diez Palabras, más conocidas como Diez Mandamientos (Ex 20, 1-17; cfr. Dt 5, 1-22). A partir de este núcleo, nacieron posteriormente las leyes para la aplicación práctica del Decálogo (Ex 20, 21-24.18; Dt 12-26). Las tribus intentaban vivir el compartir, la participación, la fraternidad, la justicia y la libertad, pero no siempre les era fácil, en un contexto en el cual aparecían mil obstáculos, dentro (1 Sam 2, 12-25) y fuera de la vida tribal (Jue 4-5).

Cuando una de las tribus era amenazada, las demás eran convocadas en nombre del Señor para unirse en su defensa. La lucha por la defensa era considerada una guerra santa, en la que el Señor iba al frente para proteger al pueblo. Su mayor amenaza venía de los filisteos. Estaban ubicados en la franja litoral al sur de Canaán. Eran militarmente fuertes, poseían carros de guerra y armas de hierro, y controlaban la ruta al mar, que pasaba por su territorio. En alguna ocasión llegaron a apoderarse del Arca de la Alianza (1 Sam 4, 11).

Muchos de los Jueces habían sido funcionarios de la liga tribal o ancianos de las tribus y los clanes. Eran los encargados de acompañar los proyectos comunes.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Amigos: la polémica que envuelve a las tribus y su dispersión, se ha desvelado gracias a un curioso libro del s.XV, que tenéis a disposición, junto con pruebas aplastantes sobre éste y otros enigmas hitóricos,en www.lascosasdechurruca.com, que está dando que hablar por lo que supone.
Espero os sirva de ayuda.
Un abrazo. Vidal.

Anónimo dijo...

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